30 noviembre 2006

Volar, volar, volar...

(Para CV)

Cierras los ojos y te dejas caer, pero no caes. Sin ningún esfuerzo de la voluntad el aire te lleva o lo atraviesas, sintiendo el viento en la cara, en el pelo, sintiendo que flotas, que tu cuerpo pertenece a otro elemento o está hecho de otros materiales.

Subes y bajas, te acercas a esa nube, la traspasas y es niebla y está fría y te moja, sales de ella en busca del sol que te seca y te calienta y te hace sentir que te evaporas, y sigues recorriendo el firmamento, las estrellas están tan cerca que podrías tocarlas, pero no quieres, los seres humanos y sus problemas, sus insomnios y pesadillas están tan lejos que no puedes verlos, es igual, tampoco quieres mirar.

Sólo seguir adelante, adelante en busca del horizonte, persiguiendo un millón de futuros posibles que jamás se harán ciertos, es igual, tampoco quieres vivir otras vidas.

Continuar en busca del sol, en busca de ti, de quién, de mañana, de es posible, de tal vez.

Volar, volar…

(Impulsado hacia un Cielo Vacío a las 11.57)

Hubo un tiempo

Hubo un tiempo en que escribía. Era un foro en el que cada semana había que escribir un relato corto (menos de 4.000 caracteres) y después votar los relatos de los demás. El premio del ganador era (además del placer de saber que había gustado) poner un nuevo tema para la semana siguiente. El foro sigue existiendo aunque el ambiente ha cambiado y yo apenas lo frecuento ya.

Hoy estaba navegando por mis carpetas y he encontrado uno de los relatos. Me ha parecido bien ponerlo aquí. Aunque ahora me lo estoy pensando. Tengo una carpeta que se llama "Morralla". En ella guardo papeles sueltos, reflexiones que me daban pie para los relatos, frases que no se llegaron a convertir en nada más, embriones de relatos que no llegaron a nacer. Es una especie de estantería de frascos de formol con pequeños monstruos guardados en su interior.

Esto lo escribí en octubre de 2004. Me jode, no saben cuánto, no sólo no haber avanzado desde entonces, sino haber retrocedido. El tema de aquella semana era "Cuando me echaron del paraíso".

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Cuando me echaron del paraíso.

Si miras a tu espalda, paraíso es todo lo perdido. A veces es igual que en ese momento todo te pareciera amargo. El tiempo o tal vez la constatación de que la amargura se multiplica, ponen una pátina de miel sobre los recuerdos.

Tierra de cuatro ríos.

Árbol del bien y del mal. Al probar su fruto, tus ojos se abren.

Potestad divina: diferenciar el bien del mal.

Pérdida de la inocencia.

"He ahí al hombre que ha llegado a ser como uno de nosotros por el conocimiento del bien y el mal. No vaya ahora a tender su mano y tome del árbol de la vida y comiendo de él viva para siempre".

La única diferencia, pues, entre el hombre y dios es la inmortalidad.

Expulsa al hombre del paraíso por el peligro de que coma el fruto del árbol de la vida.

La mujer tiene dos opciones: comer el fruto del árbol de la vida o comer el fruto del árbol del bien y del mal. Entre la inmortalidad y el conocimiento, elige el conocimiento.

Para ser como dios, para ser dios, es preciso el conocimiento. El discernimiento.

Lo que ocasiona la pérdida del paraíso es la pérdida de la inocencia. Pero el paraíso no es la inocencia. La inocencia es la llave.

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Y éste es el relato:

La pregunta de Adán.

Supongo que fue cuestión de suerte. Nosotros en realidad no teníamos ningún interés en ser como dios. Con esa cara de amargura que tenía, pese a toda la belleza que había creado.

Cuando nos dejó allí nos dijo que podíamos comer los frutos de todos los árboles, excepto de aquellos dos. Es necesario decir que ni eran los más hermosos ni sus frutos los más apetecibles.

No teníamos ningún interés, insisto. Al menos al principio. Pero al cabo de un tiempo, porque aunque no se menciona en los papeles, con el día y la noche dios también creó el tiempo, era tan aburrida tanta felicidad. No es que me queje. Reconozco que ahora la echo de menos algunos días. Pero entonces toda la bonanza, toda la prosperidad. No estoy intentando excusarme. No me arrepiento de nada.

El caso es que a base de pasear, disfrutar, sonreír, amar, terminamos por conocer algunos sentimientos nuevos. El primero en aparecer, el más dañino, fue el hastío.

En nuestras largas conversaciones alguna vez entraron aquellos dos árboles. Comenzamos a sentirnos atraídos por el incongruente veto. No entiendo, después de tantos años, por qué tuvo que prohibirlos. Esa prohibición fue en realidad su único atractivo. Por lo demás eran mezquinos, insignificantes. Creo que podría haber pasado mucho tiempo sin que nuestra atención se concentrara en ellos. Tal vez comprendió que de otro modo jamás nos habríamos acercado.

No fue culpa de nadie. Por supuesto, no hubo ningún animal maligno e instigador. Fuimos nosotros solos, fue nuestra curiosidad. Una tarde lo echamos a suertes. A ella le tocó el del discernimiento y a mí el de la vida. Sólo que ella probó primero.

Y cuando probó, cambió la expresión de su rostro. Tuve la sensación de que algo había ocurrido dentro de ella. Con mi fruto aún en la mano, me acerqué a probar el suyo. Quería compartir con ella esa forma extraña y nueva de mirarme, de mirarlo todo.

Y cuando yo probé, comprendí. Un calor dentro de mí. Es difícil de explicar. Y una pregunta. Sobre todo, la pregunta.

Por qué.

Ella me miró y dijo:

—¿Por qué?

Y yo asentí.

Nunca su cuerpo me pareció tan bello como entonces. No es cierto eso que dicen: no nos cubrimos, no nos escondimos. Fuimos en busca de dios y le preguntamos:

—¿Por qué?

Y dios comprendió que habíamos probado el fruto del árbol del conocimiento.

—En muy poco os diferenciáis ya de mí. Fuera de este jardín está el mundo. Si lo deseáis, exploradlo. Si probáis el fruto del otro árbol, seréis iguales a mí, porque os concederá inmortalidad. Pero, os lo aseguro, no es un buen regalo. Si queréis, podéis creerme.

Le creímos. Nos fuimos de allí porque comprendimos que la felicidad no convive bien con las preguntas. Lo estuvimos pensando y finalmente nos quedamos con las preguntas. No era posible permanecer en el jardín sin la llave de la inocencia.

Lo demás es historia. Ustedes la conocen bien.

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En fin. Perdonen el ladrillo.

Desorden

Bolsas en el suelo. La mesa llena de discos, libros, una goma para el pelo, un cenicero lleno de colillas. El bote de colacao esperando a mañana por la noche.

Una serie de malas costumbres, como ver demasiada televisión. Un televisor que apenas ofrece imágenes que merezcan ser vistas.

En el trabajo soy capaz de hablar durante dos horas sin parar. Y después otra hora más.

Y sin embargo el contacto con la gente me espanta. Suena el teléfono y no quiero cogerlo, no quiero intromisiones, ni interrupciones. No quiero hablar con esa amiga que me llama para saber qué tal me va.

Y después echo de menos el contacto, tomar una caña y sentirme tranquila y a gusto.

Me gusta la gente, no me gusta la vida social. Me gusta el orden, no me gusta ordenar. Me gusta la charla, no me gusta fingir que me gusta la conversación que estoy teniendo si no es verdad.

No sé si es que soy exigente o si lo que de verdad ocurre es que no sé quién soy. No sé si me desagrada la gente o me desagrado yo misma.

Luego soy la típica gilipollas que siempre hace un comentario chistoso o amable a la cajera del supermercado.

Odio caer mal a la gente, me paso la vida sonriendo sin ganas. Tal vez sea eso precisamente.

Y odio escribir sobre estas cosas. Tengo por ahí muchas otras y nunca salen cuando me siento aquí con los dedos sobre el teclado.

27 noviembre 2006

desconvencida

Tarde de lunes, lo que significa horas libres, mucho que hacer, inactividad total. Ignoro los motivos. Lo más probable es que el diagnóstico sea pereza, sin más búsquedas.

Navego. Busco. Leo. Indago. Me informo. El mundo blog es infinito. Mi hambre de ver, también. En la puerta de casa, Cielo Vacío. Y allí, en una esquina, un enlace. Ya había leído una recomendación suya, ignorada por falta de tiempo. Hoy le he dedicado ese tiempo.

Y me he encontrado con un blog estupendo, admirable. Tampoco me quiero pasar con los halagos. Son pegajosos.

Te hace ver para qué puede servir este invento. Lo que te puede aportar.

He estado leyendo mucho, estoy un poco mareada, saturada de información, algo muerta de envidia. Aunque no es envidia. Es un sano (sanísimo) estímulo.

Me voy a ver la tele. Necesito lavarme un poco el cerebro.

Tremenda.

Luces de navidad

Acabo de oír en televisión una frasecita de ésas que hacen pensar cuando te apetece pensar.

(Por otra parte, es bien cierto que cuando me apetece pensar no necesito de mayores estímulos.)

La frase era más o menos: "Si repasas un año en tu mente y no te hace llorar, de alegría o de tristeza, considera el año perdido". Lo dice John Case en Ally McBeal (ustedes perdonen).

En tres días entra diciembre. Un mes especial, lleno de luces, de buenos deseos, de buenos propósitos, de balances, de buenos rollos, de esperanzas. De críticas, de hipocresía, de contradicciones, de juegos de espejos, de decepciones.

Es el mes que mucha gente usa para mirar atrás y repasar lo que ha sucedido, lo que ha hecho y dejado de hacer. Y también para mirar adelante y hacer planes que no cumplirá.

(El futuro no existe. Pero en diciembre preferimos olvidarlo.)

Caminas por las calles de las ciudades y están engalanadas con bombillas que aún no han sido encendidas. Salvo en los centros comerciales, donde empiezan demasiado temprano a vender la fecha.

(¿Nadie les ha recitado el refrán español sobre la ausencia de relación entre el madrugón y el amanecer? Me pregunto si su pretensión es eliminar las aglomeraciones del día 24 a las seis de la tarde, me gusta creer en una inocencia invencible.)

En fin. Yo no recuerdo haber hecho nunca balance en diciembre ni tampoco planes. Algunos llaman pesimismo a la conciencia de la realidad. Tal vez lo sea.

Supongo que si dedicara un rato a hacer ese repaso de lo que ha sido este año, encontraría ese llanto redentor.

Es fácil sentir que la vida no se te está escapando.

Aunque sea mentira.

23 noviembre 2006

Cambiar

Tenía en la facultad una amiga que decía que yo era "multitarea". Supongo que más o menos era verdad.

Ahora mismo estoy buscando en internet problemas de ejes para ponerles a los alumnos, mientras tengo en las manos El cine según Hitchcock de François Truffaut porque les quiero hablar del suspense y lo que es un mcguffin, y leo el blog de un desconocido en el que se hace una alusión a los "diarios al uso" muy pertinente; medito sobre el tema y finalmente decido escribir algo aquí, aunque en realidad no tengo tiempo que perder.

No hacer un diario al uso. No repetir lo que ya he hecho, ésa era mi intención y como no lo tengo claro se me está desdibujando el objetivo (cosa que, por cierto, es un vicio viejo ya).

Supongo que es importante mantenerse fiel a los objetivos iniciales, no merodear sin rumbo.

Por otra parte, ahora, en este principio, mi objetivo principal es escribir algo cada día, sea lo que sea, para desoxidar la tecla, el dedo, la neurona, el corazón, el cerebro, el ojo, el pensamiento, hasta la base cultural, yo qué sé.

Mira, tía. La cuestión es seguir vivos. Yo qué sé.

Futuro

Me apetece tanto escribir.

Y me paso los ratos libres del día viendo volar metafóricas moscas.

O sea, tocándome metafóricamente la entrepierna.

Pensando en todo lo que no va como yo deseo que vaya.

Olvidando todo lo que debería hacer para conseguir que las cosas sean como yo quiero.

Intento eliminar de mi interior el sentimiento de culpa. Y no quiero pensar que era uno de mis principales motores. No pasa nada por eliminarlo, pero supongo que debería sustituirlo por otro porque, si no, será la muerte.

El fracaso.

Y no sé. Yo creo que no he nacido para eso. Para ir día a día haciéndome consciente de mi propia inutilidad.

No creo que deba conformarme con eso.

No he nacido para eso.

22 noviembre 2006

Ya ves, amigo.

Las cosas no son casi nunca como parecen y nunca como esperamos.

Nos pasamos el tiempo temiendo, previendo, sospechando, planeando.

Y después, tan sencillo, la vida ocurre.

O no ocurre nada, lo que a veces es peor.

Porque es cierto: lo peor es no vivir.

El dolor es una parte. El propio, el ajeno.

Y perdemos tanta energía en desear lo que no podemos tener que olvidamos fijarnos en todo lo que nos gusta de entre lo que sí tenemos.

Qué idioteces.

Yo no sé a quién le dio por creer que esto de pensar era una buena idea.

Suena mientras escribo: Lonesome day blues, Bob Dylan.

20 noviembre 2006

Amigos perdidos

Hoy he encontrado navegando por ahí, por el mundo blog, o como se llame, un amigo perdido. Sólo un par de pistas y dos o tres datos me han ayudado a reconocerle sin problemas.

Las personas que alguna vez estuvieron en tu corazón, se quedan ahí para siempre.

Cuando tienes una conexión especial con alguien, esa conexión permanece. No es fácil tenerla. Ni siquiera es fácil a veces reconocerla.

Lo fácil, muchas veces, es dejarla escapar. Un día descubres que echas de menos a ese amigo. Te das cuenta del tiempo que hace que no sabes nada de él. Te acuerdas, con un pequeño dolor, de que la última conversación fue distante o fría, de que en ella no hiciste nada para demostrarle lo especial que era para ti, o peor, que él no hizo nada para demostrarte que tú eras especial para él.

Y un día (hoy, por ejemplo), ese amigo resucita en tu memoria, despertando de pronto en ese lugar cálido del corazón que le pertenece sólo a él. Entonces te preguntas por qué no volviste a llamar, por qué dejaste que se lo tragara la niebla.

No hay respuestas. A veces hay un email que va y no vuelve, o nada.

Pero esa persona sigue siendo la misma. Ocupando el mismo lugar. Despertando el mismo sentimiento.

Sigue siendo la misma.

Te echo de menos.

A veces.

18 noviembre 2006

Amor

Había algo en mi cabeza cuando me he levantado de la cama para escribir. Palabras, frases, algo que explicar.

Era algo sobre el amor. Sobre el amor que no puedo sentir, el que no puedo dar. Porque no está dentro de mí.

Era algo sobre lo que tengo que decirle. Algo que se parece a lo que dice Fito: quisiera haber querido lo que no he sabido querer.

Algo sobre las diferencias. Diferencias entre nosotros que no son insalvables, no son el problema, salvo una: la diferencia en el caudal de amor.

Su amor me arrolla, me envuelve, me protege del mundo y de mí.

(Esto era.)

Su amor me protege de mí. Y del mundo. Me quita el miedo. Todos los miedos excepto el miedo a no estar a la altura, el miedo a no querer, el miedo a terminar haciendo daño. Es decir, la convicción de que terminaré haciendo daño. No da igual. No te quiero pero te quiero un poco. Lo suficiente como para que me haga sufrir la perspectiva de verte sufrir.

Y qué. Y cómo. Y adónde ahora.

Cómo me enfrento a tu dolor, a mi dolor. Cómo renuncio a ti. Quiero estar sola, pero no tan sola. Y no quiero atropellarte con una apisonadora.

Y no hablar con nadie de esto. No lo sabe a nadie, lo grito al mundo. Es lo mismo.

Tengo que enfrentarme a la verdad. La verdad. Siempre he sabido que es un error. Cuánto tiempo voy a dejar que el error perdure. Cuánto tiempo voy a dejarte vivir en esta especie de mentira. Y a mí.

Y cuánto tiempo voy a dejar pasar, aumentando cada segundo las toneladas de dolor, o de humillación, de engaño, todo eso.

Qué miedo da la verdad. Qué fea es cuando la miras a la cara.

17 noviembre 2006

Segunda vez

Explicación del nombre del sitio...

Hay una banda de rock, o la había, porque no hay constancia de que sigan existiendo.

El título del blog es un verso robado (gracias, Kutxi, aunque no lo sepas).

El verso dice "dejadme que os cuente mi cuento de herida y caricias, mi historia de nadie, mi nana del hambre, todas mis mentiras".

Pues eso.

Suena mientras escribo: A la mierda primavera, Marea.

Primera vez

Una tarde lluviosa en mi ciudad adoptiva. Una más.

Una ciudad adoptiva más, una tarde lluviosa más.

Cada vez me gusta más estar sola.

Cuanto más me gusta estar sola, más lo evito.

Será para disfrutarlo más cuando lo consigo.