28 septiembre 2007

Memoria

Como todo el mundo, yo también tengo un pasado inconfesable, aunque ahora lo voy a confesar (no sin rubor): cuando tenía catorce años, me gustaban los Hombres G. (Hay cosas peores; no muchas, lo sé, pero seguro que hay alguna.)

Hace unos días, zapeando a las tantas sin decidirme a irme a la cama, en el canal MTV pude ver lo que debe de ser el último videoclip de Hombres G. No me gustó. Esto lo digo con total sinceridad y para mi descargo.

Después, ya acostada, sin poder dormirme, se me vino a la cabeza una de las canciones que más me gustaban de este grupo. Tengo muy buena memoria para las canciones, el archivo de letras y melodías que conozco tiene poco que envidiarle al listado de un karaoke (en cuanto a número, digo; la única vez que estuve en uno conté cinco canciones que me sonaran, pero esa es otra histora, bastante penosa, por cierto, que contaré en otra ocasión).

El caso es que ahí, tumbada en la oscuridad y con los ojos cerrados, escuché completa, con la voz de David Summers, la guitarrilla y la percusión, íntegra y sin faltar una nota, una canción que fácilmente hace 20 años que no escucho.

Puedo cantarla y puedo reproducir aquí y ahora la letra sin dudar, pero lo que me asombra es que, en el silencio de mi habitación, a las tres de la mañana, puedo cerrar los ojos y escucharla entera en mi cabeza.

Y no solo esa. Puedo escuchar sin problemas Suite nupcial de Gabinete Caligari (que es la que traigo al presente cuando quiero despegarme una melodía de esas que te taladran el cerebro durante horas, me funciona). Tengo un mp3 mental con todo el Camino Soria, de hecho. Y bueno, solo son un par de ejemplos.

Pero el curso pasado, cuando desenterré del fondo del armario los apuntes de la facultad para refrescar conocimientos que intentar transmitir a mis alumnos, había tacos enteros de folios escritos de mi puño y letra y después pasados a word, y estudiados con buenos resultados académicos, que yo no recordaba haber visto en mi vida.

Todo esto solo me sirve para hacerme (y haceros) una pregunta manida y absurda: ¿por qué reglas se rige lo que se conserva, acumulando polvo, en las ingentes estanterías de nuestra memoria?

27 septiembre 2007

Otoño



26 septiembre 2007

Magia

Buscando un mundo con algo de alma… ¿hay alguien vivo ahí fuera?

Ya no podría contar cuántas veces he escuchado este disco en estos dieciocho días que hace que lo tengo. Me ocurre como con sus demás discos. No puedo elegir una canción. Ninguna me gusta del todo, no puedo prescindir de ninguna. Ninguna me rompe el corazón, pero todas pueden hacer que me tropiece en un latido, o en varios. Todas hablan de algo que siento, que he sentido, que entiendo, que puedo adaptar a mi mundo.

No te preocupes, cariño, no te agobies ahora. Estamos viviendo en el futuro, y nada de esto ha ocurrido todavía.

Creo que es de esos discos que se quedan contigo, de esos discos que te dicen algo distinto cada vez que los escuchas, que tienen un mensaje para cada sentimiento, para cada situación. Centras la atención y te encuentras descrito en algún sitio.

Cerraste los ojos y la viste. Supiste quién eras.

Cada día una canción se vuelve un poco más especial. De repente un verso resume lo que querrías decir tantas veces, a tantas personas.

A los muertos no les importa mucho quién está equivocado o quién tiene razón. Me hiciste esa pregunta, no acerté. Te metiste en tu oscuridad. Ahora todo lo que queda es mi amor por ti, hermano, que permanece inmóvil e invariable.

Algunas canciones te dicen más con las melodías que con las palabras. Aunque siempre hay una frase que te rescata.

Tal vez podrías salvar mi vida solo con una mirada.

Te hace sentir aludido, explicado o completado.

Lo que otros pueden querer gratis...

Somos egoístas, supongo. Todas las canciones, todos los poemas, los interpretamos en la clave de nuestros propios sentimientos o nuestras propias vivencias, diferentes en cada momento. Nos da igual que una canción se haya hecho pensando en la guerra, por ejemplo, en los que van y no vuelven. Somos individuos que vivimos en una sociedad próspera y solo nos importan nuestras propias pequeñas guerras.

Tengo una carta en la manga. Nómbrala y te la sacaré de la oreja.

No confíes en nada de lo que oigas y menos en lo que veas.

Así que deja todo lo que sabes, llévate solo lo que sientes.


Se trata de eso. De tratar de comprender sin saber, de sentir y no pensar. Para eso debe servir la música. Para volar. Dentro primero y fuera otra vez.

Alguna otra voz desde lejos.

Los hombres sabios están todos locos, ¿qué hacer?

El sol se pone en llamas mientras la ciudad arde. Otro día se va mientras la noche vuelve.

Y te llevo en mi corazón mientras las cosas se derrumban.


Si quieres escuchar, habla directo a cada corazón. Dice cosas que todos podemos entender. Sabe de personas, tal vez porque nunca ha dejado de ser una persona. Tal vez porque sabe leer en los ojos de las personas. De toda la gente que he leído y escuchado, creo que nadie me ha llegado tan dentro en cada palabra. No he visto nunca a nadie con una capacidad tan enorme de captar los sentimientos de la gente en cada una de las canciones que escribe. Tampoco he dedicado nunca a nadie tanto tiempo. No se trata solo de música.

Miré sus caras, todos eran unos completos desconocidos para mí.

Todo el mundo tiene un vecino, todo el mundo tiene un amigo, todo el mundo tiene una razón para volver a empezar.


Cuando te encuentras algo así, un regalo como este, poco hay que puedas decir, supongo. Te dedicas a escuchar y a agradecérselo a la vida, o a dios, si crees en dios. Agradeces las cosas buenas, las que te hacen sentir bien. Esta música me hace sentir bien. No sé el motivo y no me importa saberlo. Me basta con sentirlo.

El primer nudo en la garganta, el primer día que escuché:

El latido de tu corazón
El latido de tu corazón
El latido de tu corazón
El latido de tu corazón
El latido de tu corazón
El latido de su corazón
El latido de tu corazón




23 septiembre 2007

Manda huevos

Estos días me cuesta mucho escribir para el blog (o lo que es lo mismo, escribir sin más).

El motivo es el siguiente: cuando abrí esta libreta, mi idea era evitar en lo posible hacer algo excesivamente personal. Todos los que pasáis por aquí con mayor o menor frecuencia sabéis que he fracasado en este intento pero, aún así, sigo procurando no ser demasiado egocéntrica, ombliguera, y a fe que, aunque no lo consigo, podría hacerlo mucho peor, circunstancia de la que me siento orgullosa en una medida bastante limitada, pero indudable.

Dios, qué párrafo.

Lo que quiero decir es que ya sé que hablo de mí misma, pero tendríais que ver lo que haría si no ejerciera una potente autocensura.

Me jode.

Y últimamente solo se me ocurre escribir sobre las tonterías obsesivas que me preocupan personalmente. Con eso de "personalmente" quiero decir en mi penoso fuero interno: hablo de las preocupaciones diminutas de persona insignificante, preguntas imbéciles del tipo "por qué la gente no contesta los correos" o "qué es lo que realmente busco en mis relaciones personales". Cosas de este palo. No lo soporto.

Intento, ya que soy consciente de ser una persona con múltiples facetas e inquietudes, volver mi vista hacia otros temas, como el estupendísimo libro que estoy leyendo, alguna noticia interesante en el ámbito deportivo, la penúltima película que he visto o mi opinión sobre el extraño clima de este verano, por mencionar algunos temas manifiestamente frívolos, pero soy incapaz. Todo se me vuelve pensar por qué cada noche que salgo regreso a casa con una sensación de fracaso y aburrimiento, por qué hablo sola cada vez a mayor volumen o por qué espero de las personas cosas que no me quieren dar.

En fin. Que hasta me he planteado suspender mi suscripción a internet y tomarme un descanso, alejarme de todo mundanal ruido hasta recuperar a esa K que de una forma incomprensible se me está desvaneciendo, eclipsada por pensamientos circulares que por definición no llevan a ninguna parte.

Leía esta mañana a alguien que afirmaba que es posible llegar al conocimiento de uno mismo. Yo, en este momento, discrepo profundamente de esa afirmación. Al menos en lo que a mí respecta.

Cuando llego a ese punto, a ese "en lo que a mí respecta.", me quedo sin saber qué más decir. Y también me quedo con la sensación de que lo escrito no está cerrado, no acaba, no tiene conclusión.

Me gusta, por una parte, ver que sigo mirando cada texto que escribo aquí como una especie de artículo que debe tener un remate claro, de modo que lo que no es más que un desvarío onanístico sigue siendo considerado por una parte de mi mente como una especie de obra literaria con entidad propia. Supongo que es una buena señal: aunque hago una confesión que, sin parecerlo, es bastante dolorosa, sigue presente la parte fría que considera una redacción de este tipo como un ejercicio estilístico más.

Así que supongo que mi yo creativo, la K que escribe por el puro placer de escribir, todavía no ha muerto. Está de parranda.

Ahora sí.

20 septiembre 2007

Un poema

Lo escribí hace tres años, entonces mis circunstancias eran otras. Yo solo escribo poesía cuando tengo que soltar presión, aunque me da vergüenza llamar poesía a esto. En fin. No quería irme a la cama hoy sin dejar aquí algo nuevo (aunque sea viejo).



Te regalo el viento que me despeina.

Todas las letras que no escribo.

(You kiss my lips)

Conozco un lugar donde sonreír es gratis.

Y sé, aunque rara vez lo digo, que el amor no es real.

No te lleva. No te elige.

Sé que en límite de una hoja de papel no cabe el mundo.

No sé para qué he venido.

Tumbada sobre las flores pienso en las miles de razones para irme.

O para quedarme. No me voy ni me quedo.

El polvo de la encrucijada esconde fantasmas que quieren ser héroes.

En un mundo de perdedores el que alarga la mano agarra el premio.

No hay nada imposible.

Y yo no quiero nada.

14 septiembre 2007

Correr

Estoy en un buen momento de mi vida.

Es la primera vez en que es mayor la esperanza que el miedo.

Es la primera vez que tengo la sensación de que todo va a salir bien.

Es la primera vez que siento confianza.

Estoy empezando a sentirme a gusto en mi piel.

Sé que la vida me depara momentos muy malos todavía.

Pero sé que la vida me depara momentos muy buenos todavía.

Miro de frente y veo un horizonte despejado.

Y aún así, está toda la ansiedad.

Está toda la insatisfacción.

Está el hambre.

Está el deseo.

11 septiembre 2007

Entender

Hay muy pocas cosas que tengo claras de verdad. Pero hay una que tengo clarísima. Tanto que creo que, aparte del hecho de que la muerte nos llevará a todos algún día, es lo que más claro tengo de todo: las personas no nos entendemos.

Las personas no nos entendemos.

Yo, particularmente, no entiendo a casi nadie. Así, a priori, digo. No entiendo por qué la gente se comporta de determinadas maneras, no entiendo por qué dicen determinadas cosas.

Puedo llegar a entender algo si me lo explican, es decir, si consigo ponerme, aunque solo sea un momento, en la piel del otro. Al menos siempre permito que me expliquen lo que no entiendo. Otra cosa es que me lo quieran explicar, pero ahí ya entramos en terrenos que no entiendo: los otros.

Voy a poner un ejemplo tonto. El señor A va conduciendo por la calle y le pita exasperado a otro conductor que va a 20 por hora delante de él. Al cabo de 50 metros, se pone a 20 por hora: ha llegado a su casa y busca dónde aparcar. Y se caga en la puta madre de quien, detrás de él, exasperado, le pita.

A mí, la verdad, no me parece normal. Lo que no quiere decir, por supuesto, que no haga exactamente lo mismo cada vez que tengo ocasión. No entiendo a la gente y la mayor parte de las veces, además, me olvido de intentarlo.

Otras veces lo intento, de verdad que lo intento. Hago cábalas, suposiciones, me planteo hipótesis. Me pasa mucho, por ejemplo, cuando me hacen daño, o cuando oigo a alguien criticar a alguien. Intento dar a entender al que critica que en realidad lo que pasa es que no entiende al otro. Que no está dentro de sus zapatos y no sabe los motivos que le impulsan.

"La ignorancia", decía un novio que tuve, "es muy atrevida". Y es cierto. Nos creemos poseedores de la verdad, nos creemos que sabemos. Sacamos conclusiones enormes de datos diminutos. Juzgamos y sentenciamos con una frivolidad aterradora. Es aterradora porque, aunque nunca lo pensamos, sabemos que también somos víctimas de esos mismos procedimientos, y no solo ejecutores.

Bueno, las cosas son así.

Pero que sepas que no te entiendo.

07 septiembre 2007

Currículum Vitae

La vida da muchas vueltas. Tantas vueltas da que, en este ordenador desde el que escribo siempre (y desde el que me asomo al mundo, dicho sea de paso), ni siquiera tengo mi currículum.

Resulta que tengo que enviar mi currículum por si acaso. Es decir, un poco vuelta a empezar, solo un poco, no es lo mismo que el otro millón cuatrocientas mil veces que lo he enviado. Esta vez es más bien, "sobrina, aquí mi amigo te puede contratar, si ves que tal, manda tu currículum". Nada que ver, ya entendéis.

Pues a buscar. Al final se me ocurre que tal vez en la bandeja de enviados de yahoo haya alguno. Y sí. Menos mal. Porque si tengo que volver a confeccionarlo me pego un tiro.

Y añado los dos últimos trabajos que he desempeñado. Como soy así, de natural prolijo, pues lo explico todo. Me planteo si cortarlo para que no mida tres páginas. No sé qué coño hacer. Tanto que lees cuando buscas trabajo sobre el currículum tal y cual, y al final encuentras o no encuentras trabajo independientemente del número de páginas que tenga el puto currículum.

Y, la verdad, si el encontrar trabajo tiene que depender de un imbécil que cuenta las páginas del currículum para saber si la persona le interesa o no, en lugar de leerlo, pues ese trabajo, en fin, que se lo meta por donde le quepa. Aunque si no hace falta un curri de tres páginas para desempeñarlo, probablemente le cabe en cualquier sitio.

Que no. Que la reflexión de hoy iba por el tema de que lo ves crecer, como un hijo. Cuando sales de la carrera te matas a poner todas las chorraditas que has hecho, las practiquitas, los seminaritos, la vez que fuiste script en el corto de tu colega Víctor. Te devanas los sesos buscando mierdecitas que poner que le den algo de relumbre a esa cosa tan esquelética.

Y ahora lo miras y dices… "joder, ese primer trabajo que fueron dos meses de sustitución de mi prima en la recepción del despacho del abogao… ¿lo dejo o lo quito?" Porque casi te da hasta vergüenza, con el orgullo con el que lo pusiste la primera vez. Y lo dejo. Por respeto a la chavala acojonada que veía cómo el mundo se le venía encima como un puto tsunami. Que ha llegado hasta aquí.

Aunque "aquí" tampoco sea muy lejos.

06 septiembre 2007

Extremos

¿Se puede ser soñador y cerebral a la vez?

05 septiembre 2007

M., te quiero

"Ya le digo yo, que tiene un estilo que está a medio camino entre Britney Spears y Marifé de Triana. Que un día va con unas pintas que parece el cantante de Kortatu, que solo le falta cagarse en dios, con los vaqueros a la vena y las converse de calaveras y las camisetas de anarkía, anarkía y antiglobalización, y la palestina pa rematar, y al día siguiente te la ves con una minifalda de punto y con un pompón colgando..."

"Cuando llega el invierno y te empieza a dar la pereza... y entonces te vas a Zara y ves unos zapatos monísimos, pero monísimos, monísimos, y te coges un vestido y te lo pruebas todo, sin medias ni nada, porque has ido en pantalones, y apareces enfrente del espejo con esas piernas de Macario... y te dices, va a ser que es todo precioso, pero hoy no me veo... no me veo..."

Menos mal que todavía hay gente capaz de hacerme llorar de risa.

03 septiembre 2007

Necesito una revolución

Uno de los libros que estoy leyendo ahora (empecé ayer, no voy a hacer una crítica literaria) se titula Moteros tranquilos, toros salvajes, y lo ha escrito Peter Biskind. Al parecer trata sobre la década prodigiosa del cine de Hollywood que, como todo buen cinéfilo sabe, es la de los 70. En la introducción hace un resumen de la situación antes y después de la aparición de aquel grupo de jóvenes que llegaron rompiendo todos los moldes: Scorsese, Coppola, Kubrick, Spielberg o Lucas, por nombrar solo a los más famosos de entre los directores.

Como todavía estoy en la preproducción de Bonnie and Clyde no voy a emitir ninguna opinión sobre este ensayo por ahora. Entonces para qué coño estoy escribiendo esto.

En fin. Es que se me ocurre mientras leo que el cine necesita un buen meneo como el que le dio aquella gente en aquel tiempo. Y que ahora no hay lo que tiene que haber para que eso suceda. No hay creatividad en aquel lado, no hay valor en los que toman las decisiones, y tampoco, probablemente, hay un público de este lado que respalde una revolución de ese calibre, aunque el tópico más manido reza con razón que lo que el público quiere es siempre un misterio.

Pero después miro a la televisión y pienso que tal vez es ahí donde está la esperanza. Bueno, no miro la televisión sino el ordenador, reconozco que lo pienso viendo Boston Legal en streaming (qué invento), que no es precisamente una serie revolucionaria en apenas ningún aspecto (es una heredera directa de Ally McBeal) pero es divertida, tiene buenos guiones, algunas buenas interpretaciones y una producción cuidada y tiene mucha, mucha calidad.

Se me ocurre que el futuro, la revolución, la alternativa, está en Los Soprano, en A dos metros bajo tierra, en 24, en Perdidos, en Dexter… La televisión está cambiando. Nosotros, los espectadores, también. Decía el otro día Hernán Casciari en Espoiler que el concepto de espectador ha cambiado. Estamos dejando de ser un ente alienado y descerebrado que se traga lo que la pantalla escupe, para pasar a ser personas que deciden lo que quieren ver y por qué lo quieren ver y que no comen mierda solo porque es lo único que hay. La mierda ya no es lo único que hay.

Esta tarde he mirado la cartelera de los multicines de Ponferrada porque no sabía qué hacer con mi tiempo. La oferta era la siguiente (no me voy a tomar la molestia de enlazar nada con imdb, como supongo comprenderéis):

Bratz,
Death Proof (Grindhouse),
Doraemon y el pequeño dinosaurio,
Dos días en París,
El club de los suicidas,
El ultimátum de Bourne,
La última Legión,
Locos por el surf,
Los Simpson: la película,
Los 4 fantásticos y Silver Surfer,
Ratatouille y
Sigo como Dios.

Reconozco que Tarantino llamaba mi curiosidad, pero no para hacerme media hora en coche.

No sé si se entiende lo que digo.