Memoria
Como todo el mundo, yo también tengo un pasado inconfesable, aunque ahora lo voy a confesar (no sin rubor): cuando tenía catorce años, me gustaban los Hombres G. (Hay cosas peores; no muchas, lo sé, pero seguro que hay alguna.)
Hace unos días, zapeando a las tantas sin decidirme a irme a la cama, en el canal MTV pude ver lo que debe de ser el último videoclip de Hombres G. No me gustó. Esto lo digo con total sinceridad y para mi descargo.
Después, ya acostada, sin poder dormirme, se me vino a la cabeza una de las canciones que más me gustaban de este grupo. Tengo muy buena memoria para las canciones, el archivo de letras y melodías que conozco tiene poco que envidiarle al listado de un karaoke (en cuanto a número, digo; la única vez que estuve en uno conté cinco canciones que me sonaran, pero esa es otra histora, bastante penosa, por cierto, que contaré en otra ocasión).
El caso es que ahí, tumbada en la oscuridad y con los ojos cerrados, escuché completa, con la voz de David Summers, la guitarrilla y la percusión, íntegra y sin faltar una nota, una canción que fácilmente hace 20 años que no escucho.
Puedo cantarla y puedo reproducir aquí y ahora la letra sin dudar, pero lo que me asombra es que, en el silencio de mi habitación, a las tres de la mañana, puedo cerrar los ojos y escucharla entera en mi cabeza.
Y no solo esa. Puedo escuchar sin problemas Suite nupcial de Gabinete Caligari (que es la que traigo al presente cuando quiero despegarme una melodía de esas que te taladran el cerebro durante horas, me funciona). Tengo un mp3 mental con todo el Camino Soria, de hecho. Y bueno, solo son un par de ejemplos.
Pero el curso pasado, cuando desenterré del fondo del armario los apuntes de la facultad para refrescar conocimientos que intentar transmitir a mis alumnos, había tacos enteros de folios escritos de mi puño y letra y después pasados a word, y estudiados con buenos resultados académicos, que yo no recordaba haber visto en mi vida.
Todo esto solo me sirve para hacerme (y haceros) una pregunta manida y absurda: ¿por qué reglas se rige lo que se conserva, acumulando polvo, en las ingentes estanterías de nuestra memoria?