30 noviembre 2007

Bilbao, 26 de noviembre de 2007

Bueno. He ido a tres conciertos de este señor en total pero todavía no he hecho una cola. Bueno, sí. Hice una cola inútil el día dos de octubre. Hacer colas no me parece el colmo del fan. Hay cosas mejores que hacer colas.

En Bilbao había cola cuando llegó nuestro autobús. Yo, en lugar de sumarme, me fui a tomar cervezas con unas personas a las que no había visto nunca hasta el día anterior.

Sí, vale. La promesa de papá Noel era disfrutar de primeras filas sin colas. Pero era una posibilidad, no una certeza. La posibilidad era suficiente y me permitió pasar un rato impagable. No lo pagan los euros de la entrada ni lo paga nada.

Y vuelvo a rectificar lo de la cola, porque la había para las cervezas en la barra. Y la hice, vaya si la hice. Y tan a gusto.

Al final no hubo primeras filas. Pero tuve un regalo mejor. Y la persona que me hizo el regalo me pidió disculpas como si tuviera algún motivo, como si yo no fuera feliz. Hubo dos personas que renunciaron a su propio lugar en las primeras filas solo para quedarse conmigo en un sitio cualquiera en medio del mogollón, escorados a la derecha, al lado de la barra, más o menos en ninguna parte. Pues, señores, cualquier sitio puede ser el mejor sitio. Ahora lo sé.

Y de nuevo lista de canciones deseadas. Yo quería Backstreets. Tú, Kitty's back. Ella, verte feliz.

Qué buen concierto. Desde la primera canción se notaba algo especial que no había estado, no del mismo modo, la noche anterior. La noche anterior, Madrid, fue especial y maravillosa, inolvidable por muchos motivos, única, porque sonó Candy's room, porque sonó No surrender, porque sonó Thunder road, porque yo estaba allí, con vosotros a no muchos metros de mí, dentro de mí. Pero la banda en Bilbao fue otra cosa. Estaban despiertos y vibraban. Hicieron que no importara ver a Bruce, Nils, Steve o Clarence solo cuando se colaban en los huecos entre las cabezas de la gente. Veía a Max y Roy todo el tiempo, qué putos genios, qué maravilla.

A la mitad de Promised land yo no sé qué coño me pasó pero, si siempre me pone los pelos de punta ese "mister, I ain't a boy, no I'm a man", ese día me destrozó, y cuando estaba a punto de no poder más, empezó a cantar esa cosa de "what others may want for free", y supongo que no pude más. Y entonces alguien vino y me abrazó. Y si en Madrid me había sentido feliz de estar sola, en Bilbao me sentí privilegiada por tener aquella compañía.

Cuando empezó la intro de piano de Bacstreets supe que, contra cualquier pronóstico, superando cualquier expectativa, por una vez en la vida, iba a ser la segunda noche consecutiva de conseguir sueños. En un verano suave e infecto Terry y yo nos hicimos amigos, intentando en vano respirar el fuego en el que estábamos naciendo, largándonos a las afueras, sujetando la fe entre los dientes, durmiendo en aquella vieja casa abandonada de la playa, consumiéndonos de calor y escondiéndonos en los callejones, escondiéndonos en los callejones, con un amor tan duro y lleno de derrota, corriendo por nuestras vidas de noche por los callejones. Recuerdas todas las películas, Terry, que fuimos a ver, intentando aprender a caminar como los héroes que creíamos que teníamos que ser? Y después de todo ese tiempo, encontrar que sólo éramos como los demás, solos en el parque y obligados a confesar que nos escondíamos en los callejones. Juramos que siempre seríamos amigos, en los callejones hasta el final. Siento que no sonara Incident en su lugar, J, pero esta canción me hacía falta.

Y los tres sabíamos, desde el principio, que Kitty tenía que volver. Dijimos, pensamos, "ahora es el momento, venga, tócala ahora", después de Girls, y no, pero no importaba porque la que sonó fue Tenth avenue y ya era la hostia, la cosa más flipante del mundo, aquello sonaba de escándalo y yo jamás soñé con escuchar una cosa así en directo. Y bueno, entonces acabó y de repente sonó el primer punteo del enésimo milagro del fin de semana. Y dio igual estar en el culo del mundo del concierto, dio igual no verle la cara a Bruce, dio igual la diminuta decepción del pit, dio igual el enfermo mental que se dedicó a dar alaridos a nuestro lado durante medio concierto, dio igual la música de cuarenta principales del autobús y dio igual todo, por ver esa cara, esos ojos, por esos diez minutos de cosa inverosímil llamada Kitty's Back. Oooh, what can I do? De verdad, ¿qué importa todo? ¿Qué importa que nadie más lo entienda?

Así que no sé. Si no me muero antes, tengo que volver a ver un concierto de esta gira. Ya será mucho pedir NYC serenade, pero me estoy acostumbrando a ver hechos realidad mis sueños más insensatos.

28 noviembre 2007

Madrid, 25 de noviembre de 2007

Quisiera contarlo.

Para empezar, hay que elegir un principio. Tengo varios.

Podría colocar el principio en verano, cuando un amigo me dijo "habrá disco de Bruce en octubre y después gira; tengo la seguridad de que nos veremos allí".

También podría situarlo poco después, cuando otro amigo me envió una canción por email, Radio Nowhere, el día de mi cumpleaños.

O cuando, el día dos de octubre, me quedé sin entrada para Madrid después de hacer cola y esperar en vano. Unos días después conseguía entrada para Bilbao.

Recibí un mensaje: "No compartiremos el mismo concierto, me jode".

Yo contesté: "No surrender".

Pero voy a poner el principio el día que sonó el teléfono y una voz casi desconocida me dijo: "¿Tú no tienes entrada para Madrid, no?" Yo contesté: "No". Y la voz dijo "Pues ahora ya tienes. Resulta…"

Me da la sensación de que esta locura hay que explicarla, pero no puedo. Alguien que nunca haya hecho algo así leerá estas palabras y no entenderá nada. Quien no sea capaz de perder la cabeza por un sueño absurdo no entenderá nada.

Como diría el africano, "este anuncio es para todos los demás".

Lo difícil es por dónde empezar. Dice Houellebecq en La posibilidad de una isla: "No hay reglas precisas respecto al relato de vida. El principio puede tener lugar en cualquier punto de la temporalidad, igual que la primera mirada puede detenerse en cualquier punto del espacio de un cuadro; lo importante es que, poco a poco, asome el conjunto". No es verdad. El lugar donde colocas el principio lo condiciona todo. El autor del cuadro sabe dónde pondrás los ojos en primer lugar. O debería saberlo. Debería decidirlo.

La ciudad donde vivo está llena de gente rara que se sienta sola en un bar decorado en madera con un papel y un boli o un incongruente y diminuto libro de poesía. Yo también lo hago. Me siento sola y pido media de Guinness (Slàinte!). Viene una alumna a saludarme y cuando vuelvo a levantar la cabeza me ha pagado la cerveza, qué encanto. Suena otra música. Suena demasiado alta. Me pongo a recordar.

Nadie ha dicho que hicimos la ola sin más motivo que la pura tensión de la espera. Nadie dice que la multitud ansiosa aplaude y silba a los técnicos de luminotecnia que se encaraman a las estructuras, a los hombres sin nombre que colocan en una pulcra fila los saxos de Big Man.

Cuando se apagaron las luces el público entró en erupción. El rayo de luz. Y Bruce preguntando eso. IS THERE ANYBODY ALIVE OUT THERE? La multitud ruge. Así que vuelve a preguntarlo. IS THERE ANYBODY ALIVE OUT THERE??! Todos gritamos. Nosotros estamos vivos, what about you?

(Cuando me dio la entrada me temblaban tanto las manos que me dio vergüenza vérmelas. Saqué un cigarrillo, guardé el paquete, lo volví a sacar, ofrecí, alguien aceptó uno, cogí un cigarrillo, lo encendí, guardé el paquete, me di cuenta de que tenía un cigarrillo extra apagado en la mano, el que había sacado primero, saqué de nuevo el paquete y lo guardé. Todo con las manos temblando. Todo con la entrada maravillosa guardada en lugar seguro. Escalera 17. Fila 2. Asiento 1. No os podéis imaginar qué cerca están esas palabras y esos números de Martin Scorsese.)

Es potente ese principio con Radio Nowhere, funciona bien. Tal vez no sea una gran canción, aunque yo la adoro. Y funciona. Intento encontrar un mundo con algo de alma, intento establecer una conexión contigo.

(Unas cervezas antes del concierto. Todos tenemos entradas de grada, no tenemos que hacer cola. Lista de canciones que queremos escuchar. Estos dos chicos tienen las suyas. No surrender les une por alguna oscura razón. La canción de su complicidad.)

No reconozco los acordes de la segunda camción al momento. Pero después sí. Arranca No surrender y yo pienso en ellos y en la mirada que se cruzaron cuando la desearon juntos. Y veo que esta noche va a ser una noche de cumplir sueños. No nos rendimos, estamos aquí, cantando, gritando, jurando que siempre recordaremos, porque aprendimos más en una canción de tres minutos que en todo el tiempo que pasamos en el instituto.

Y ¿qué hay de mi deseo? Bueno, mi deseo era que se cumplieran los tuyos, pero también tenía una canción que quería oír. Y mi canción empieza a sonar con una batería loca. ¿Es o no es Max Weinberg uno de los mejores baterías de rock del mundo? ¿De verdad importa eso? Es lo que tú sientes que es. Los cambios en la voz del Bruce, los cambios de ritmo, el crescendo salvaje de esta canción pasan por encima de mí como una apisonadora. Cuando la canción enfila el final estoy llorando sin motivo. O por un motivo que está a medio camino entre la emoción y la histeria. El momento ha llegado y yo apenas puedo creerlo. Casi no sé ni si estoy viva, si todo esto está pasando de verdad.

Podría hablar de cada una de las canciones del set list, que es como se llama técnicamente el asunto. Todas las canciones dicen algo, de todas se puede sacar una emoción, todas me van partiendo en trozos por dentro. Nadie conocido a mi lado y no me siento sola, sino feliz, porque puedo vivir esto sin testigos, completamente libre.

Last to die tiene una potencia devastadora. Tunnel of love no sale muy bien pero la guitarra de Nils arregla un poco el desastre. La versión de Reason to believe, una canción tan dura y tan esperanzada, tan llena de fe en las personas, en sus ilusiones y en sus motivos para seguir viviendo, añade ganas de pasarlo bien en las formas, y tiene tanta vida dentro que al final te das cuenta de que tienes que cerrar la boca.

Así que llega Badlands y, después de esa comunión brutal, en que la muchedumbre se mueve al unísono como un animal enardecido, el escenario se queda vacío por un momento. Es la hora de los bises, la hora de cumplir el último deseo, que la multitud pide a coro. Bruce sonríe, I got it, I got it, el deseo será concedido pero hay que esperar. Hace la broma, busca el cartelito, lo recoge, lo muestra a cámara: Thunder road, please! La magia comienza. La puerta se cierra de golpe y el vestido de Mary ondea. Ahí la tienes, amigo. Por fin. Me noquea de tal modo que ni siquiera puedo llorar. Todos los milagros han tenido lugar.

Pero no todos. Al día siguiente vuelve a empezar. Con otra calma. Ya ha habido una primera vez y yo no sé todavía que todas las veces son la primera. Kilómetros hacia el norte.

Y Papá Noel reparte promesas de felicidad por sms. Puede que no se cumplan, pero la mera posibilidad es suficiente.

Tal vez mañana.

27 noviembre 2007

Quizá mañana

Tengo que hablar de todo lo que he vivido este fin de semana. He hecho locuras, he conocido personas maravillosas, he sido escandalosamente feliz, he atesorado momentos que se contarán para siempre entre los mejores de mi vida.

Pero no puede ser hoy y tal vez no pueda ser nunca.

Por ahora, os dejo con el primer párrafo de uno de los libros que me compré el sábado en la Fnac. Se trata de La novia imaginaria, de John Irving. Describe este oficio y, por lo tanto este blog y los demás también.

Este relato es autobiográfico pero os pido por favor que comprendáis que, para cualquier escritor dotado de una buena imaginación, todos los relatos autobiográficos son falsos. La memoria de un narrador es una proveedora de detalles especialmente imperfecta. Un detalle imaginado es siempre mejor que uno recordado. El detalle correcto pocas veces es con exactitud lo sucedido; el detalle más verdadero es lo que podría o debería haber sucedido. La mitad de mi vida es un acto de revisión, y más de la mitad de ese acto se lleva a cabo con pequeños cambios. Ser escritor es un arduo maridaje entre una observación minuciosa y la imaginación, no menos minuciosa, de las realidades que no has tenido ocasión de ver. El resto es el necesario, estricto y asiduo trabajo con el lenguaje, lo cual significa para mí escribir las frases una y otra vez hasta que parezcan tan espontáneas como una buena conversación.

No creo que tarde en volver. Solo tengo que reconstruir mis recuerdos.

16 noviembre 2007

Tiempos raros

Bien, bien, todo bien. Ayer me decía un buen amigo que soy un culo inquieto, que ahí reside mi encanto y yo, bueno, a lo mejor me cago en mi encanto.

Todo bien pero falta algo, siempre falta algo, tengo sed, tengo hambre, me ahogo. Todo bien. El trabajo bien, la vida bien, con salud, gracias, sin problemas, no pasa nada si un mes tardan en pagarme porque tengo dinero, las cosas más o menos salen como quiero, bueno, es cierto, me enrollo con un casi desconocido y de repente me ama y parece que quiere casarse conmigo, en el fondo es un halago, joder, no sé de qué me quejo, pero.

Hago kilómetros y kilómetros. Juraría que fue ayer cuando le cambié el aceite al coche y me faltan mil kilómetros para volver a cambiárselo, no importa, tengo dinero, tengo tiempo, no pasa nada. Me llaman para una entrevista de trabajo en la tele de los curas y tengo que ir y hacerla, y como no me interesa nada probablemente me ofrecerán un puesto estupendo, la ironía es que si no lo hacen me va a sentar fatal.

El miércoles dejé pasar la tarde esperando que llegara la hora del concierto. Tenía tantas ganas de ir. Cené y esperé, y cuando llegó la hora, salí de casa. Con una sensación de nervios y un nudo en la boca del estómago, como si hubiera quedado con el chico que me gusta, que, de hecho y dicho sea de paso, no existe. No existe el hombre que me haga un nudo en la boca del estómago cuando voy a verle. Mi amiga E, que es optimista, dice que "aún no ha llegado". Honestamente, hace tiempo que no lo espero. En fin. Esa misma sensación por dos guitarras y un contrabajo. Y la voz. Hacía tiempo que no me acariciaban con la voz. No quiero que suene erótico, pero es esa forma de cantar, como desde el fondo de la garganta, que casi nadie tiene, que me pone los pelos de punta, que es como una caricia.

Cuando salí de casa me sentía rara. Quién hace todos esos kilómetros para ver un concierto tonto, un grupo del que no has escuchado nada, de otro que solo te dejó una especie de cosquilla en algún sitio. Vas sola a una ciudad que no conoces demasiado, te metes en un bar lleno de gente y ya no te sientes tan rara, o sí, pero es lo de siempre, rara como siempre, rara como todo el mundo, lo normal.

Te sientas por allí y un señor muy castizo, muy chulo, madrileño y tanguero, qué peligro de combinación, que mira el culo a las rubias que pasan al baño, canta en un tango unas palabras que te hacen encoger las tripas otra vez: "si yo tuviera corazón, el corazón que di, si yo pudiera como ayer querer sin presentir, es posible que tus ojos, que me gritan su cariño, los cerrara con mis besos". Querer sin presentir. Ja.

Cuando salí de casa me sentía un poco loca. En muchos sitios del mundo la gente se va un miércoles a las once a un concierto a 50 kilómetros de casa, pero en mi mundo, no. En mi mundo las chicas no van solas a conciertos.

Pero después vino la música y me olvidé de eso, y de todo. Primero los tangos, en mi vida he escuchado tangos, ni siquiera conozco títulos de tangos, y llegan y te hacen eso, llega un momento en que te dices "si sigue así voy a echarme a llorar". Y después lo otro, el swing, el jazz, las guitarras y la voz, la diversión, esa sensación de jodida y plena felicidad, como un deseo de que no se acabe nunca, de que el momento se alargue hasta el infinito.

Cuando volví a casa me sentía bien. Viva, supongo. Era demasiado tarde y sabía que iba a arrastrar el sueño toda la semana, pero ¿para qué estamos? ¿Para dormir y comer todos los días a la misma hora, repitiendo ritmos, dejándonos morir despacio?


(A ver si reconocéis la versión...)

10 noviembre 2007

Jo, cómo mola…

Los viernes hay concierto en el Baranda. Unas veces es hardcore del pueblo de al lado, otras veces es música folclórica, otras veces rocanrolito más o menos humilde, estamos a la espera de un pop bastante bien hecho, por lo que dicen. Para entendernos, normalmente no se sabe en qué idioma cantan.

El público del Baranda es difícil. Hablan mientras suena la música (y más alto cuanto más alta suene la música, de hecho, no vaya a ser que no se les oiga). Tardan varios segundos en empezar a aplaudir después de que terminan las canciones. Son capaces de acabar con la confianza de cualquiera que tenga los huevos de subirse a ese escenario. Hace un mes estuvo Josele Santiago, al que le sentó fatal estar oyendo las conversaciones del público de la primera fila mientras cantaba prácticamente a solas con su guitarra y su compañero (Pablo Novoa), pero que ni con broncas ni con malos gestos consiguió acallarlas.

Pero nosotras vamos todos los viernes, toque quien toque, porque de esto no hay aquí, un poco en la línea de lo que comentaba el otro día sobre la versión original. ¿Hay? Pues vas. Vas y escuchas e intentas hacer ver al respetable por qué se llama respetable. Atiendes, escuchas, aplaudes, hagan lo que hagan los que están allí arriba peleándose con los micros y con la indiferencia de la mayoría de los de abajo.

Y anoche tuvimos un pequeño lujo. Un grupo de Alicante llamado Aguardiente Swing Quartet. Esta vez sí que había música bien hecha. No lo digo por desmerecer. Un contrabajo y tres guitarras (o dos guitarras y una voz muy bien modulada) tocando ritmos swing, jazz y gipsy jazz. Haciéndolo bien. Una buena voz llevándonos a los años 30 y 40, a los ritmos iniciales, a la base de la música que me gusta a mí. O lo que debe de ser la base, intuyo, que yo de esto no entiendo mucho.

Mi amiga me dijo "¡Se entiende mejor a este cantando en inglés que al de la semana pasada cantando en gallego!" Insisto, pa entendernos.

No es la música que más escucho en casa o en el coche. Pero creo que es la música que más disfruto en directo. No sé por qué, es una música que ha nacido para estos locales oscuros y llenos de humo. Ahí cuando no puedes evitar mover la cabeza y dar palmas, mover los pies o las rodillas al compás de esa música tan rítmica y tan bien hecha. Estos chicos eran aplaudidos sin compás de espera, lo que ya es un triunfo en el Baranda, aunque ellos no lo sepan ni estén en condiciones de valorarlo. Incluso los moscardones molestos, los que gritaban para hacer oír sus voces por encima de unas guitarras (acústicas) que se esforzaban en ignorarles, se fueron transcurrida poco más de la mitad del concierto y nos dejaron a los que sí lo estábamos pasando bien, bien de verdad, bien por primera vez (o segunda, en realidad) que nos dedicáramos a disfrutar de una cosa bien hecha. Bien hecha y con cariño.

Son admirables este tipo de músicos. Gente que sabe que nunca se hará famosa, que jamás será número uno en las listas de la radio fórmula. Gente que se echa su guitarra al maletero y se hace mil kilómetros para hacer diez días de gira por pueblos donde no saben si tocarán en la sala de plenos del ayuntamiento, en el aula de cultura o en un bar punky. Donde no saben si la gente que va a escucharles sabe lo que es el swing, donde la gente va a gritarles "¡tocad una de los rolin!" Y quieren vivir de esto, y viven por dentro, porque te cuentan una anécdota que les pasó con un niño gitano en una jam session en Francia, y les brillan los ojos cuando te dicen que ha venido alguien a felicitarles y te cuentan que dentro de tres días tocan con Malevaje y que siempre funciona muy bien y que creen que merece la pena verlo.

Así que con Malevaje. La verdad es que voy a ir, aunque tengo que hacer unos kilómetros, y esta vez (¡qué cutre!) voy a llevar en el bolsillo el suficiente dinero para comprarles el disco. Porque aunque esta es una música para directo, me he quedado con ganas de más.

Abrieron con esto:

08 noviembre 2007

Versión original subtitulada

Este miércoles y los dos próximos se produce un pequeño milagro en (iba a decir "mi ciudad" pero es demasiado nombre) el sitio donde vivo. Un cineclub (sí! todavía existen) y el único multicine que queda se han aliado y han decidido poner tres películas europeas en versión original.

La cuestión es la siguiente: a modo de ocasión casi irrepetible se me presenta la oportunidad de ver una película en versión original subtitulada en una pantalla enorme, en una sala a oscuras, con todo el ritual que implica ir al cine a ver una peli (y que en mi caso no incluye ni palomitas ni vaso de plástico con cocacola, al menos cuando voy sola y hago lo que quiero).

¿Qué peli? ¿Qué coño importa? Hay que verla.

Bueno, era 2 días en París, de Julie Delpy. Sí, no es gran cosa, pero tiene una de las virtudes que me gustan, esto es, es pequeña y no muy pretenciosa. Empieza con muchas trazas de humor y se va deslizando hasta la casi tragedia. Trata de una pareja de más o menos mi edad con todas las características que tiene una pareja que lleva dos años junta; esas características que son los motivos por los que yo no quiero tener pareja (mayormente). Pasan un par de días en París, de donde ella es oriunda, y atraviesan una pequeña crisis, supongo que propia de los dos años de relación, en la que tienen que enfrentarse a lo que el otro es y decidir si lo aceptan o lo rechazan.

Trata, en suma, de cómo y por qué nos conformamos. Y es bonita, está bien contada y lo comprendes. Que se conformen, comprendes, aunque no estés muy de acuerdo, o aunque lo comprendas con la cabeza pero no con el corazón. De algún modo te dice "bueno, en un momento determinado ves claro que va a ser así siempre y decides que ha llegado la ocasión de no salir corriendo".

No sé. He salido del cine con la sensación de haberme llevado una hostia en la cara, así, con la mano abierta. Con una especie de voz que me decía, "K, eso no es para ti; confórmate con saberlo".

Creo que me da igual.

Hoy he leído letreros en el cine. No recuerdo los años que han pasado desde que hacer algo así era normal.

Realmente, ¿qué más quiero?

04 noviembre 2007

Antonia, Marleen Gorris

Es una película que habla sobre el paso del tiempo. Sobre el amor, la pasión, el dolor, los sueños, las realidades, la vida y la muerte.

Que no se complica demasiado para dividir el mundo en cosas que están bien y cosas que no, que tal vez separa con una brocha gorda a los buenos de los malos, pero que sin embargo juzga poco.

Una película de personajes completos, vivos, que comparten contigo sus miradas, sus anhelos, sus penas, sus miedos, sus risas.

Es una película que habla de mujeres desde las mujeres, pero para todos, en la que los hombres son buenos y necesarios, guías y apoyos, referencias.

Me gustaría no hacer mucha poesía sobre esta película, pero es una película hecha de poesía, si es que el cine narrativo puede ser alguna vez poético. Cuenta una historia con un principio, un medio y un final.

Tiene personajes amargos, dulces, tiernos, patéticos, conmovedores, entrañables, admirables, enteros, rotos, fuertes, resistentes, constructivos, cómicos, trágicos, absurdos.

Juega en los límites que separan la realidad de los sueños.

Tiene una fotografía espectacular de una zona rural que podría ser mi pueblo, o el tuyo.

Bueno, es una película que me ha hecho llorar varias veces. Y que jamás me ha puesto triste. Tal vez porque cuenta el pasado y ayuda a conformar el futuro.

Tal vez porque trata los temas que trata sin miedo, sin guantes, y los acaricia con cariño pero sin pudor.

Yo no puedo evitarlo. Soy una chica fácil. Me gusta el cine fácil. El cine que me mira a los ojos y me cuenta historias sin faltas de ortografía, con inocencia, con candidez, que me dice en la misma frase que la vida puede ser la hostia aunque en realidad es una mierda casi siempre y muy poca cosa a la postre.

La ponen hoy, en la 2, a las nueve y media. Espero que a esa hora no tengáis mucho más que hacer. Sirve para conocerme mejor.

03 noviembre 2007

Sueño

Soñé que paseaba por un extraño bosque de pinos en medio de una llanura desierta. Antes que nosotros, que íbamos de la mano como si estuviéramos enamorados, había pasado un perro enorme que había dejado dibujadas las huellas de sus zarpas gigantes en la arena. Tú tenías miedo y yo me reía. Eran pisadas de perro bueno.

El viento era suave y el sol calentaba, las palabras fluían y se creaba alrededor una sensación de magia, de cosa inverosímil, de milagro irrepetible, tal vez.

A veces merece la pena desactivar la realidad, dormir un rato, para poder soñar cosas así.