26 abril 2008

The bridges of Madison County, Clint Eastwood (1995)

Conservo varios recuerdos de la primera vez que vi Los puentes de Madison, hace unos cuantos años, cómo me sentí, qué me hizo pensar; y otras cosas que debería recordar, como dónde, cuándo y con quién la vi, sin embargo, se han borrado por completo.

Cuando alguien me preguntaba qué me parecía esta película, solía contestar que bien, pero que me sobraban todas las secuencias correspondientes al presente, a los hijos de Francesca reviviendo su historia a través de sus diarios.

Recordaba también con especial cariño esos planos encadenados del baile que nos cuentan que para Francesca y Robert no hay vuelta atrás, que han dejado entrar a sus sentimientos y que ya no van a poder escapar de ellos nunca.

La revisión de películas con unos años de diferencia suele aportar información nueva, traernos opiniones nuevas. Hemos oído hasta el cansancio aquello de que son nuestros ojos los que dan realidad a las cosas que vemos, y nuestros ojos nunca van solos, siempre llevan adosada una enorme carga compuesta por lo ya visto, lo ya experimentado o lo ya pensado.

En la revisión que hice años después de Los puentes de Madison, esa carga de experiencia añadida hizo que se produjera en mí un cambo de opinión.

Tenemos, por lo tanto, una historia que se desarrolla en dos momentos.

En el presente, los hijos de Francesca repasan los objetos que su madre ha dejado tras su muerte, y con ellos descubren una Francesca mujer muy lejana a la Francesca madre que ellos conocían, lo que trastoca todos sus recuerdos y todos sus sentimientos, tanto hacia ella como hacia sus propias vidas.

En el pasado, asisitimos, a través de la lectura de los diarios, a la historia de amor que vivió Francesca durante cuatro días con un hombre que llegó un día, por casualidad, hasta su puerta.

Si bien es cierto que la historia de Francesca y Robert sería suficiente para una película redonda, ya no creo que la presencia de los hijos en la trama corte el ritmo ni sobre en ningún aspecto. La forma en que las dos historias se entrelazan nos da otra perspectiva, nos habla de cómo las experiencias de los demás pueden influir en nuestras vidas. También nos habla de cómo la mayor parte de las veces no conocemos en absoluto a las personas que creemos conocer tan bien, y cómo esto ocurre especialmente en el caso de las relaciones familiares: personas con las que convivimos, a las que queremos de forma incondicional (o que creemos incondicional), tienen zonas incógnitas a las que solo podemos acceder en circunstancias muy especiales, casi excepcionales.

Cuando Francesca se enfrenta a su propia muerte, siente la necesidad de confesarse a sus hijos. No quiere irse del mundo sabiendo que no van a conocer esa parte tan importante que es ella, la verdadera, que ha mantenido siempre oculta para poder conservar la cordura.

Clint Eastwood es un director excepcional. Un hombre que nos enseña con su propia vida y su propia experiencia en el cine que las personas no siempre son lo que parecen ser. El Harry, el hombre duro, solitario, amargado y violento que nos enseñan sus películas de juventud se ha convertido en la madurez, y gracias en gran parte a ese papel-casillero, en un hombre poderoso en Hollywood que puede hacer prácticamente lo que quiera. Y lo que quiere es contar historias de seres humanos, historias pequeñas que todo el mundo puede entender porque todo el mundo podría vivir.

En este caso nos cuenta una historia de amor que te rompe por dentro. Como me dijo un amigo una vez, te toca la fibra y después le da vueltas al cuchillo, hasta lastimarte. Cualquier espectador va a enfrentarse a esa historia y va a preguntarse "¿qué haría yo en su lugar?" Cualquiera va a comprender la magnitud de los sentimientos que se llevan por delante a esas dos personas colocadas en medio de ninguna parte frente a frente y va a aceptar la decisión de Francesca de ser leal a los suyos, ser fiel a la palabra dada y sacrificar su felicidad por la estabilidad de su familia, que no merece esa traición.

Cualquier espectador puede entender a su hija, cayendo en la cuenta de que no hay ningún motivo para vivir una vida sin estímulos, sin alegría, para seguir montada en un carro que se mueve por la simple inercia de un empujón desganado de varios años atrás, y que decide cambiar de vida y darle una oportunidad a la esperanza.

Y cualquier espectador puede entender a ese hijo aquejado del síndrome de Peter Pan, sintiendo celos retrospectivos del amante de su madre, aprendiendo página a página a comprender que ella era, ante todo y sobre todo, un ser humano, y que se plantea, finalmente, la posibilidad de que esa misma historia se repita en su propio matrimonio, donde la infelicidad está llamando a la puerta sin que él se dé cuenta.

Los niveles de lectura de esta película son innumerables. Yo siempre veo las películas en primer lugar en el plano de los sentimientos, cuando los hay. En Los puentes de Madison los sentimientos desbordan los límites físicos de la pantalla. Sientes con los protagonistas la alegría del amor, el dolor de la muerte, la tragedia de la separación, la angustia de la mentira, la inocencia de la ignorancia, la sorpresa del conocimiento, en cada plano, en cada secuencia y en cada palabra.

Y en cada visionado aprendes algo nuevo sobre ti mismo. Puro cine.

23 abril 2008

You know how I feel

Si esto fuera algo así como un foro, primero os pondría esta canción:



y después os preguntaría qué os hace sentir.

Sería como una especie de experimento.

No es lo mismo poner esa canción después de confesar que hoy te sientes algo solo, que te has sentado en el sofá y se te ha escapado un lagrimón por todo lo que no tienes, o lo que has perdido, o simplemente porque sí, porque no todos los días van a ser de risas y liviandades, que ponerla sin más o ponerla, como había pensado yo hacer el año pasado si aprobaba las oposiciones, sin ningún otro comentario. O ponerla después de explicar pormenorizadamente qué de puta madre va todo.

En cualquier caso, para mí es una de las canciones más alegres y optimistas que se han escrito. Además, con los vientos y su ritmo, con un punto de cachondeíto. Esto antes de la letra, ya digo.

Después de la letra ya ni te cuento.

Nunca fui guapa. Puedo decir sin temor a equivocarme mucho que la mejor época de mi vida es esta, en cuanto a eso de la pinta, y lo bueno de esta afirmación es que lleva unos años alargándose: empezó hace más o menos cinco y continúa, aunque supongo que no le queda mucho. Creo que es un privilegio sentirse mejor en la edad en que en teoría la belleza, o la lozanía, si queréis, empiezan a marchitarse, según cuentan los libros.

Esto no venía mucho a cuento, pero es algo que ayuda a que yo me sienta bien cada día, aunque llueva. Llueve, pero ya no hace frío. Tiene que llover para que todo se ponga bonito, para que no toque un verano de mierda como el del año pasado, para que las cosas estén en su sitio, como debe ser.

Si esperas el sol, si lo esperas y lo esperas, cuando llega es la hostia. And I'm feeling good.

Y bueno, acabo de mirar la previsión del tiempo para los próximos días y dice que sí. Que ahí viene el sol. Pues que así sea. Los días buenos también hay que decirlo, joder.

21 abril 2008

Johnny Cash

Empecé con los preparativos para el viaje a Nueva York con varios meses de antelación. Una de las paradas obligatorias era hacerme el pasaporte (y para eso necesitaba renovar el dni, caducado desde septiembre, lo normal tratándose de mí). Así que un día me fui al centro para hacerme con los dos documentos. Lo primero, claro, era hacerse fotos.

El empleado de la tienda era un encanto. No sé las fotos que tiró hasta que los dos nos quedamos contentos ("me tiene que durar diez años!") Después me dijo que tardarían una media hora en estar listas. Así que me fui a dar una vuelta por el centro comercial.

Entré en una tienda de electrodomésticos que tiene una sección de discos y películas. Solo para mirar, ya sabéis. Empiezas a mirar y mirar y al final sales con varios discos. Yo aquel día me llevé uno de Bruce, claro. Y dos recopilatorios: uno de Tom Waits y otro de Johnny Cash. Este último fue por probar. De Tom Waits he escuchado muchas cosas, tengo varios discos en mp3, no hubo sorpresas.

Pero a Johnny Cash no lo conocía. En cuanto empezó a sonar la primera canción (Ring of fire) supe que estaba en casa. La música que me gusta escuchar una y otra vez, la música que me hace sentir a gusto, los ritmos que marcaron todo lo que soy ahora cuando tenía catorce o quince años.

La canción a la que me refería el otro día, con respecto a The ties that bind, se titula Walk the line. En el vídeo la versión es un poco cutre de sonido, pero corresponde a uno de los conciertos que dio en la cárcel de San Quintín y me ha gustado mucho (o es el que más me ha gustado de los que he visto). Johnny Cash tenía una relación especial con los presos.



Mantengo una estrecha vigilancia sobre mi corazón,
tengo los ojos bien abiertos todo el tiempo,
controlo los cabos del lazo que ata.
Porque eres mía, voy por el buen camino.

Me resulta muy, muy fácil para ser real,
me encuentro solo cuando el día se acaba.
Sí, admitiré que estoy loco por ti.
Porque eres mía, voy por el buen camino.

Tan seguro como la oscuridad de la noche y la luz del día,
te tengo en mi cabeza día y noche.
Y la felicidad que he conocido me demuestra que está bien,
Porque eres mía, voy por el buen camino.

Tienes una forma de mantenerme a tu lado,
me das motivos para amarte que no puedo esconder.
Por ti sé que incluso podría darle la vuelta a la marea
porque eres mía, voy por el buen camino.

Mantengo una estrecha vigilancia sobre mi corazón,
mantengo los ojos bien abiertos todo el tiempo,
controlo los cabos del lazo que ata.
Porque eres mía, voy por el buen camino.


Está claro que las dos canciones no se parecen en nada: coinciden en la temática pero difieren en el concepto, es decir, son todo lo contrario una de la otra. Y esa forma de estar cada una en un extremo de la idea de las relaciones personales es lo que me hace asociarlas.

No quiero decir muchas obviedades, y esta noche es lo único que me sale (cosas sobre la diferencia de planteamiento que tenemos las personas ante la aparición de los sentimientos, por ejemplo). Me parece que la canción habla por sí sola (a quien quiera escuchar).

Y ya que estoy aquí, quería hablaros de otra canción que estaba incluida en ese mismo recopilatorio. La primera vez que escuché el disco (el mismo día que lo compré, conduciendo hacia casa), hubo una canción especial, más especial que las demás. Me puso los pelos de punta en cuanto empezó a sonar. La voz grave y triste de Johnny Cash casi susurrando la historia me llegaron al alma sin llegar a entender del todo la letra de la canción, cosa que conseguí tras escucharla un par de veces (la pronunciación de Johnny Cash es bastante clara para mí). Cuando entendí la letra de la canción, la historia que la canción cuenta, me hizo llorar. Qué le haremos, soy así.

La canción se titula Give my love to Rose. Está aquí.

boomp3.com

Le encontré junto a la vía del tren esta mañana.
Pude ver que estaba a punto de morir.
Me arrodillé a su lado y escuché
las palabras que decía el moribundo.

Dijo: me soltaron de la prisión ahí en Frisco,
durante diez largos años he pagado por lo que hice,
estaba intentando volver a Louisiana
para ver a mi Rose y conocer a mi hijo.

Déle mi amor a Rose, por favor, ¿lo hará, señor?
Llévele todo mi dinero, dígale que se compre ropa bonita.
Dígale a mi chico que su padre está orgulloso de él
y no se olvide de darle mi amor a Rose.

¿Quiere decirles que les agradezco que me esperaran?
Dígale a mi chico que ayude a su madre en casa.
Dígale a mi Rose que intente encontrar a otro
porque no es bueno que viva sola.

Señor, aquí hay una bolsa con todo mi dinero.
No les durará mucho tal como va.
Dios le bendiga por encontrarme esta mañana
Y no se olvide de darle mi amor a Rose.

Déle mi amor a Rose, por favor, ¿lo hará, señor?
Llévele todo mi dinero, dígale que se compre ropa bonita.
Dígale a mi hijo que su padre está orgulloso de él.
Y no se olvide de darle mi amor a Rose.


Ya sé que es una ñoña canción country, lo sé muy bien, me lo repito cada vez que me hace llorar. Pero tiene eso que toca la fibra por ahí en algún sitio. Me gustaría escribir algo así alguna vez.

Al cabo de un tiempo descubrí que Bruce Springsteen hizo, con ocasión de un homenaje tras el fallecimiento de Johnny Cash, una versión de esta canción. Aquí la dejo, para mí misma, sobre todo.

19 abril 2008

De principios y finales

Antes del viaje a Nueva York un amigo nuevo intentó durante varios días convencerme de ir a Indianapolis con él al concierto que daba allí Bruce Springsteen.

Dudé mucho. Al final no fui, entre otras razones porque ese mismo día mi viejo amigo Jesús daba un recital de poesía. Un motivo poderoso.

Aquella noche Danny Federici tocó por última vez con la E Street Band.

Tampoco Jesús volverá a dar un recital de su poesía en Nueva York, no por primera vez, al menos (tengo mucha fe en su futuro). Pero fue la primera vez y yo estaba allí para verlo, para llorar con él.

Y en eso consiste la idiotez de tomar decisiones, y creo que esa es una de las cosas que más me joden de vivir: cuando tomas algo, dejas algo. Y tanto por lo que tomas como por lo que dejas, pagas un precio.

No se puede tener todo.

17 abril 2008

Y menuda mierda

Lo sacas un poco para fuera y resulta que no, que todo es mentira otra vez. Ya te sabes de memoria la cantinela, los porqués, todas las chorradas.

Y no, en realidad lo único que pasa, lo único cierto, es que todo es mentira y por eso no funcionan bien los mecanismos. Ni se trata de engrasarlos ni de ponerlos en marcha. Es que lo que debería ser un motor está de adorno. Y contra eso, poco que hacer. Seguir. Estudiar un poco, por ejemplo.

Lees un poema precioso de Miguel Hernández y te parece ñoño a morir. Va a ser, te dices, que no estás enamorada. Otra vez.

Y te da un poco de mal rollo porque otra vez te empieza a dar por pensar que te tienes que ir de aquí, como si hubiera un adónde cojones que pudiera servir para algo. Siempre has sabido que huir no soluciona nada porque el tocapelotas, la sombra, se va contigo, enganchado a las ruedas de la maleta, o no sé dónde coño se engancha que nunca ha habido manera de darle esquinazo.

Lo que te da rabia es pensar que esto no se arregla, que pasa el tiempo y no se arregla, que parece que las cosas van bien, rulando, más o menos ordenadas y limpias, pero en realidad no, vayámonos al tópico una vez más y digamos que si levantas la alfombra la polvareda es descomunal.

Solo que ahora la levantas cada vez menos. Total, para qué.

15 abril 2008

Algo me dice que no

Es que no quiero volver a decirme "te lo advertí, ya lo sabía yo".

Y así es como me paso la vida viendo cómo le pasan las cosas a los demás.

Aunque también es cierto que cuando lo intento me estrello y eso le quita las ganas a cualquiera.

Por tanto, me veo oscilando en la indecisión, como siempre. Sí pero no. No pero sí. A la gallega, con pimentón picante.

Me gusta mi vida como está. Creo que puede mejorar. A veces más la primera frase y a veces más la segunda.

Y luego, los tópicos. El miedo al dolor, las ganas de vivir.

Y Pessoa con sus verdades: "el cansancio de todas las ilusiones y de todo lo que hay en las ilusiones: la pérdida de ellas, la inutilidad de tenerlas, el antecansancio de tener que tenerlas para perderlas, el pesar de haberlas tenido, la vergüenza intelectual de haberlas tenido sabiendo que tendrían tal fin".

Y bueno, como guinda adjunto cita de Bruce, especial para Fanshawe, que el otro día me reprochaba (amablemente y con su punto de retranca, como no podía ser menos) que ya casi espera ver al final de mis posts una coletilla tipo "y esto es lo que tiene Bruce que decir al respecto". Bueno, pues aquí está. Y no me piques…

boomp3.com

Los lazos que atan

Te han herido y estás pegando gritos, dices.
Bajas por la calle apartando
a la gente de tu camino.
Has hecho las maletas y quieres irte sola.
No quieres nada,
no necesitas a nadie a tu lado.
Caminas dura, nena, pero caminas ciega
a los lazos que atan .

Los lazos que atan.
Ahora no puedes romper los lazos que atan.

El romance barato no es más que una muleta.
No quieres nada que alguien pueda tocar.
Tienes miedo de que alguien te tome por idiota,
no de caminar dura, nena, no de caminar fría.
Caminas segura pero, cariño, ¿puedes atravesar
la línea y enfrentarte a los lazos que atan?

Los lazos que atan,
Ahora no puedes romper los lazos que atan

Preferiría sentir ese dolor dentro,
sí que lo haría cariño, a conocer el vacío
que tu corazón debe ocultar. (Aquí es donde lloro)
Sí que lo haría cariño, sí que lo haría, cariño.
Sí que lo haría, nena.

Te sientas y te preguntas quién parará la lluvia.
Quién aliviará la tristeza, quién calmará el dolor.
Es una larga y oscura autopista
y una fina línea blanca
conectando, nena, tu corazón al mío.
Ahora estamos corriendo pero, cariño,
nos detendremos a tiempo
para enfrentarnos a los lazos que atan.

Los lazos que atan
Ahora no puedes romper los lazos que atan
No puedes abandonar los lazos que atan.

(Recordadme un día que os ponga la canción de Johnny Cash que podría ser, cosa de intuición, de imaginación y de columpiada, uno de los orígenes de The ties that bind. Otro día, que ya os tengo mareados con tanta música, y además me están costando un poco un par de matices de la traducción.)

14 abril 2008

Comunicación

Hay gente con la que te entiendes. Hay un constante y fluido cambio de roles entre el emisor y el receptor. Se habla con ganas, se escucha con más ganas, los mensajes llegan sin ruido, se comparte el código, hay un buen rollo de puta madre, así por cambiar por una vez el idioma escrito, tan pulido y cuidadito, por el de andar por casa, que es más de verdad, al menos en mi caso, al menos algunos días. En una frase van veinte ideas y las veinte van y vuelven sin problemas por el canal.

Lo que no entiendo es por qué esto me pasa más, más a menudo y mejor a través de las teclas que con una caña de por medio. O no: por qué me pasa más con aquellos cuyas letras conozco antes que sus caras. Me siento una inútil social. Si alguien tiene alguna teoría, se agradecerá.

12 abril 2008

For you

Las primeras canciones de Bruce Springsteen tenían unas características especiales. Los dos discos previos a Born to run, que fue el álbum que les lanzó a la fama y que marcó para siempre el camino que habrían de seguir, tienen canciones intensas, largas, con melodías en ocasiones extrañas y peregrinas, sinuosas, llenas de tensión, con letras muy poéticas, oscuras, a veces casi surrealistas, de muy difícil interpretación. A veces hay que recurrir a las tripas para entenderlas, o renunciar a eso y solo dejarse llevar por las sensaciones con los ojos cerrados.

Cada lector lo sentirá de una forma. Algunos de vosotros pensaréis algo como "bueno, aquí vuelve esta pesada con Bruce". Otros conoceréis mucho más que yo todas estas canciones y estas historias y tal vez le déis al play con una sonrisa. Alguna persona descarriada se tomará la molestia de escuchar esta canción por primera vez con atención y tal vez sienta los mismos escalofríos que siento yo cuando canta 'So you, left to find a better reason than the one we were living for and it's not that nursery mouth I came back for; it's not the way you're stretched out on the floor cause I've broken all your windows and I've rammed through all your doors; and who am I to ask you to lick my sores?'

Sea como sea, que la disfrutéis. Si tenéis tiempo, escuchadla dos veces: primero solo miradle la cara al cantar. Después, si tenéis curiosidad, leed la letra.



.... tú y tu cara de poni y tu union jack
coge a tu bromista local
y enséñale a actuar.
Te juro que yo nunca fui así,
ni siquiera cuando de verdad me derrumbé.

¿No creías que yo sabía que habías nacido
con el poder de una locomotora,
capaz de saltar rascacielos con un pequeño impulso?
Y tu suicidio de Chelsea sin ningún motivo aparente.
Podías reír y llorar con el mismo sonido.

Y tu fuerza es devastadora en el rostro
de todas estas probabilidades.
¿Recuerdas cómo te tuve esperando
cuando era mi turno de ser el dios?

No eras ni la mitad de orgullosa
cuando te encontré rota en la playa.
Recuerda cómo te eché sal en la lengua
y me puse fuera de tu alcance.
Y la banda tocaba la canción de regreso al hogar
mientras yo acariciaba tu mejilla.
Aquella mellada, rota melodía
aún la tengo pegada como una sanguijuela.
Pero aquella medalla que llevabas en tu pecho
siempre se ponía en medio, como una niña pequeña
con un trofeo tan delicado que lo conseguía todo.
Los dos éramos autoestopistas, pero
tú tenias el oído afinado al rugido
de un motor de metal templado
en una lejana orilla extranjera.

Así que te fuiste para encontrar una razón mejor
que aquella por la que vivíamos
y no es por tu boca sanadora por lo regresé.
No es por la manera como estás tirada en el suelo
por lo que he roto todas tus ventanas
y he reventado todas tus puertas.
Pero ¿quién soy yo para pedirte que
lamas mis llagas?
Y debes saber que es verdad...

Vine por ti, por ti, vine por ti,
pero tu no necesitabas mi urgencia
Vine por ti, por ti, vine por ti
pero tu vida era una larga emergencia
y tu fila de multitudes me urge,
y mi electricidad surge libre.

08 abril 2008

Oh, sí podemos

Partimos de la base de la desconfianza inquebrantable hacia los políticos. Siempre tenemos la (fundada) sensación de que dicen lo que queremos oír para conseguir lo que quieren de nosotros, y para al final hacer eso que dijeron u otra cosa cualquiera, por ejemplo todo lo contrario o nada en absoluto. Al menos, esa es la sensación que tengo yo. Cuando veo un político en televisión, cambio de canal. Me da igual quién sea. La única diferencia es que el dedo va más rápido en el mando con unos que con otros.

Con respecto a lo que viene a continuación no sé, a lo mejor es porque no me afecta, porque no es el tipo que va a regir los destinos de mi país o porque en realidad no tengo que votarle ni que aguantarle (todo ello muy relativo).

Pero de verdad creo que hay ciertas cosas que los americanos hacen mejor que nosotros. Este señor consigue que creas en lo que dice. Parece que él mismo cree en lo que dice. Y además dice cosas que tienen, como se dice por aquí, moito sentidiño. Da ganas de creer. No me parece fácil de conseguir.



"Nos han dicho que no podemos hacerlo un coro de cínicos que se hará más ruidoso en las semanas y meses venideros. Nos han pedido que nos paremos a ver la realidad. Nos han advertido de que estamos ofreciendo a la gente de este país falsas esperanzas. Pero en la sorprendente historia de Estados Unidos nunca ha habido nada falso en la esperanza.

Cuando nos hemos enfrentado a lo que parecía imposible, cuando nos han dicho que no estábamos preparados, que no deberíamos intentarlo, o que no podríamos, generaciones de americanos han respondido con una idea sencilla que resume el espíritu de un pueblo: sí podemos. Sí podemos. Sí podemos. Sí podemos.

Es una idea plasmada en los documentos fundacionales que marcaron el destino de la nación. Sí podemos.

Fue susurrado por esclavos y abolicionistas mientras forjaban un camino hacia la libertad a través de las noches más oscuras. Sí podemos.

Lo cantaron los inmigrantes que llegaron de costas lejanas y los pioneros que se abrieron camino hacia el Oeste por el implacable desierto. Sí podemos.

Fue la llamada de los trabajadores para organizarse, de las mujeres para votar, de un presidente que eligió la luna como nueva frontera, de un rey que nos llevó a la cima de una montaña para señalarnos el camino de la tierra prometida.

Sí podemos, a la justicia y la igualdad.

Sí podemos, a la oportunidad y la prosperidad.

Sí podemos curar esta nación.

Sí podemos reparar este mundo. Sí, podemos."


(El discurso de New Hampshire del 8 de enero, completo y con subtítulos en castellano, aquí. )

Es algo que siempre pienso cuando oigo o leo la expresión "falsas esperanzas". ¿Qué hay de falso en la esperanza? No es un adjetivo que se le pueda asignar a ese nombre. La esperanza se tiene o no se tiene, y después se cumple o no se cumple. Pero nunca es falsa, en ningún idioma. La esperanza es esperanza.

Barack Obama tiene el carisma de los grandes líderes. Tiene la fuerza para llevarse a la gente por delante.

No hay duda de que el discurso es netamente americano, con todas las virtudes y todos los defectos que esto implica. Alude al presidente Kennedy, habla de arreglar el mundo, incluye referencias bíblicas. El pack completo, sin dejarse nada. Pero importa la forma en que ordena las palabras, importan las palabras que elige, importa que quiera hacer creer a la gente que cambiar las cosas es posible.

Porque, qué coño. Lo es.

O eso espero.

07 abril 2008

Pasaba por allí

Un señor, Brooklyn

Te llevas imágenes de gente a la otra esquina del mundo. Y tu imagen también viaja, desvinculada para siempre de tu existencia, tomando la forma de una persona vulgar en las fotos de otros.

No somos nadie, bultos anónimos manchando de colores las fotos y los recuerdos de alguien, conformando paisajes, rellenando calles. Otorgamos exotismo o normalidad, caminamos por las aceras y servimos para el equilibrio visual de la composición de un instante captado al azar.

Cruzamos palabras y miradas con desconocidos y al cabo del día pasamos a formar parte de millones de olvidos. Pero dejamos ese rastro colorido que aparece de vez en cuando, resucitado en una revisión fugaz y de nuevo olvidada en un parpadeo.

Todas esas personas de las fotos tienen una vida, como tú. Un pasado, un dolor y una alegría, probablemente una canción que les hace estremecerse, una película favorita, una opinión política.

Y todas esas personas, al igual que tú, son sólo manchas movidas en una foto.

02 abril 2008

Imposible evitarlo

Tenía que hacerlo. De las innumerables fotos tenía que enseñaros algunas. Nada que no hayáis visto ya. Pero son mías. Las hice yo. Por momentos todavía no puedo creerlo. No sé cómo conjugar la incredulidad con la nostalgia.

Espero que os gusten.

Aquí están.

Desde Brooklyn Bridge