Llevo un tiempo dándole vueltas al tema. Fue Jorge quien metió la semilla de la idea, como en Inception, en mi cabeza. Con las redes sociales llenas de nombres, apellidos y fotos, tener solo un blog es, en sus palabras, casi un síntoma de timidez ("sin casi", añado yo).
La cuestión es la diversidad de gentes que tienen acceso a ambos espacios. Si bien es cierto que durante los primeros años de vida de este blog fui muy escrupulosa en la selección de personas que gozaban del dudoso privilegio de entrar aquí, en estos últimos tiempos son, creo, casi tantos los lectores anónimos como los conocidos. He dado la dirección del blog a amigos, familiares, un compañero de trabajo e incluso un ex alumno. En realidad sigo siendo escrupulosa, no se trata de eso. Se trata de que al principio evitaba sistemáticamente que las personas conocidas pudieran acceder al blog. Pero con el tiempo aprendí que a muy poca gente le interesa de verdad la parte de mí que vierto aquí. No es condición indispensable quererme para interesarse por las chorradas que olvido en este espacio. Aunque no siempre sean chorradas para mí (y no siempre las olvide).
Así, tengo tres tipos fundamentales de lectores. Los que me conocen de internet, entre los que cuento a estas alturas a varios muy buenos amigos, con los que he compartido grandes momentos. He estado en sus casas, he compartido ratos y cervezas, sentimientos, ideas, conciertos, risas y lágrimas, noches en blanco. En determinados momentos pasaron de fuera adentro y dentro se quedarán, pase lo que pase mañana. Por otra parte, están esas personas que provienen de lo que antes consideraba, probablemente de forma errónea, mi vida real. Estos son los que se interesan menos por el blog. Vienen, pero rara vez se quedan. Este blog es para otro tipo de gente. Yo quise compartir con ellos esa parte de mí que era más difícil ver en el día a día. No tardé mucho en recuperarme de la decepción de ver qué poco les interesaba esa parte a las personas que, para comunicarse conmigo, me llaman por teléfono en vez de mandarme un mail. Y por último está la gente que no me conoce de nada, salvo a través de estas torpes letras que rara vez consigo me describan o me definan realmente. Que llegan a través de enlaces y comentarios dejados en otros blogs, que se quedan un tiempo y después se van, que no suelen dejar rastro.
Y llegamos al punto que hoy me ocupa. Llevo un tiempo dándole vueltas al tema. Esa parte de mí que es tan exhibicionista como la de cualquier bloguero reclama un poco más de publicidad. Esa parte de cualquier persona que quiere mostrarse, ser conocida por quienes lo rodean. No se trata tanto de darle una patada a tu imagen y mostrar lo que "en realidad eres" como añadir algo a esa imagen. Añadir facetas a ese torpe cristal que mostramos al exterior.
Como conté aquí hace unos meses, tengo un perfil de Facebook. Con mi nombre y mi apellido y mi K. Con amigos que provienen de los dos lados de mi existencia, los de este lado de la pantalla y los del otro. Con relativamente pocos amigos (ahora mismo, 47). 10,21 veces menos amigos que Fanshawe-Alberto (ya no es Fanshawe más, pero cómo pensar en él solo con su nombre de pila...) Y estoy dudando si enlazarle el blog y terminar definitivamente con el anonimato. Entre mis amigos de Facebook se cuentan varios alumnos y ex-alumnos, compañeros de trabajo, gente del pueblo. Personas que entrarán a echar un ojo y probablemente decidirán que esto es muy poco interesante (con razón). Pero al mismo tiempo es abrir esta parte de mí a gente que ya sí que no me conoce de nada, aunque sepan dónde vivo y qué cara tengo y qué coche conduzco. Y me pregunto qué tan personal es este blog en realidad, cuánto de mí, de mi yo verdadero (¡si es que existe tal cosa!) está aquí expuesto como en un escaparate solo que mucho, mucho más coñazo que un escaparate. Cuánto puede interesar de verdad este aburrimiento de sitio a los cotillas que no tienen nada más interesante que hacer que pelar una cebolla como esta.
Me pregunto si sentiré que he perdido libertad para hablar de lo que me dé la gana, para decir, por ejemplo. Sí, es más que evidente que la voy a perder. La cuestión es si me importa. Por ahora, me importa, y ese es el motivo de que aún no lo haya hecho.
¿Opiniones? Los desconocidos y anónimos también pueden hablar.