03 abril 2011

Calvos

Llevo muchos años observando que gran parte de la autoestima de los hombres en el aspecto físico se apoya de una forma muy evidente en la cantidad y calidad (sobre todo la cantidad) de la mata de pelo que peinan sobre sus frentes. Se podría equiparar sin mucho margen de error al aprecio que suelen tener las mujeres a su busto.

En esto, como en todo, el gusto particular de cada uno es el rey. Pero a mí siempre me ha dado rabia ver cómo un hombre atractivo se siente menos atractivo porque tiene poco pelo. Y me da rabia porque yo creo que la falta de pelo no necesariamente hace a un hombre menos deseable. Para mi gusto, más bien al contrario, en algunos casos.

Vamos con algunos ejemplos gráficos. Por orden cronológico, que me gusta parecer persona ordenada.

Sean Connery, 1930
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Me sorprendió, en mi investigación previa, descubrir que este era el mayor de mis calvos (había apostado por el siguiente). Sean se quedó calvo muy joven, y sin embargo es un hombre que fue ganando atractivo con los años. Su calvicie no solo no desmerece su belleza, sino que le añade un plus que, como en la mayor parte de calvos, no se puede explicar. Hay muchos, pero mi personaje favorito habita en una película de Brian de Palma titulada The Untouchables.

Robert Duvall, 1931
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¿Qué decir de este mito viviente? Entre otras cosas, que ha sido calvo prácticamente siempre. Su mirada intensa, su inconmensurable talento interpretativo y la suerte o la inteligencia de haber dado con grandes directores y grandes papeles hacen de él un imprescindible en cualquier lista de favoritos. Imposible desprenderse de su Tom Hagen, el Consigliere, pero conmueve igualmente en esa pequeña joya que es el Old Man de The road, ya anciano.

Jack Nicholson, 1937
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No se puede negar que estos hombres han llegado a esta lista por mucho más que sus calvas. No puedo decir que considere ni haya considerado nunca a este actor en concreto un ejemplo de belleza ni atractivo masculinos, si lo hiciera mentiría. Pero es innegable que nos hallamos ante un portento en todos los aspectos. Y que puede estar muy sexy si se lo propone, además de inquietante, como demostró en la divertida The Witches of Eastwick. No es la mejor, ni la más destacable ni la que más me gusta de sus películas, pero también puedo ser bizarra a veces.

Ben Kingsley, 1943
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Otro de los grandes. Los adjetivos que se me ocurren al pensar en él son delicadeza y elegancia. El personaje que vive conmigo, el doctor Roberto Miranda de Death And The Maiden.

Larry David, 1947
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No es guapo, no es atractivo, su personaje es insoportable, pero necesitaba meterlo en esta lista, además de por calvo, porque es un cómico insuperable y porque su inteligencia y su ingenio hacen que nada de eso importe. Su composición del Boris de Whatever Works es uno de los mayores logros del último (y otoñal) Woody Allen.

Samuel L. Jackson, 1948
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Intensa mirada, voz hipnótica. No sabría con cuál quedarme de entre todas las grandísimas interpretaciones que le he visto a este hombre. Tal vez el frágil y retorcido Elijah Price de Unbreakable sea el que con más facilidad conquistó mi corazón.

Ed Harris, 1950
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Una de mis grandes debilidades desde hace muchos, muchos años. Este actor tiene algo que me hace pensar en lamer piel desnuda, no puedo evitarlo ni pienso negarlo. Hay muchos personajes que podría traer aquí, pero si tengo que elegir uno me quedo con Richard Brown, el poeta enfermo, solo y desquiciado que construyó para The Hours (aunque a ese no sería fácil lamerlo).

William Hurt, 1950
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Hace unos años estuvo en lo más alto. Este señor me gustó mucho cuando yo tenía 14 o 15 años (podéis creerme). Siempre he sido de gustos raros, no es de ahora. La primera vez que lo vi se follaba desesperadamente a Kathleen Turner en Fuego en el cuerpo (v.o. Body Heat). A lo mejor tuvo algo que ver, aunque yo desde luego no era consciente de ello.

Terry O'Quinn, 1952
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Esta respetabilísima calva se ha convertido en un icono de la primera década del siglo XXI. No hay nada más que hablar. Todos en pie ante el señor John Locke.

John Malkovich, 1953
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Otro inquietante. Su voz y su mirada, su aspecto taimado de gato y la sensualidad un poco obscena de su boca hacen de él un hombre que es muy difícil no mirar, no apreciar. Otra cosa muy distinta es quedarse. Su vizconde Valmont de Dangerous Liaisons es el hito que me viene a la mente. Hay más y mejores momentos, pero ese es tan perfecto como cualquier otro.

Bruce Willis, 1955
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Otra de mis declaradas y confesadas debilidades. Simplemente, no hay nada en él que no me guste. Tampoco miro mucho, para no ver. Ya lo amaba antes, pero ese amor se convirtió en incondicional y eterno después de conocer a Malcolm Crowe, de The Sixth Sense.

Kevin Spacey, 1959
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Este señor es para mí uno de los actores más atractivos que han poblado la pantalla en toda la historia del cine. En serio. Al ver sus fotos y sus películas siempre pienso lo mismo. Luego nunca me acuerdo de él, tal vez le falta algo para conquistarme del todo. Creo que es la cara de bueno. De todas formas, el perdido y desconcertado y dolorido Quoyle de The shipping news siempre ocupará un lugar de honor en mi corazoncito cinéfilo.

Karra Elejalde, 1960
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¿Qué sería de los feos si solo nos gustaran los guapos? No es un gran actor, no es un hombre hermoso. Pero tiene algo que hace que no puedas mirarle solo una vez. Me quedo con su Juantxo, de Airbag.

James Gandolfini, 1961
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Consiguió que me sintiera atraída por el tipo que juntaba prácticamente todos los defectos que considero puede tener un hombre: machista, cruel, autoritario, impulsivo, mentiroso, egoísta, reservado, retorcido, controlador... gordo. Si eso no es genio, ya me dirán ustedes qué lo es. Pero aquí no voy a traer a Tony Soprano. Aquí, por dar la nota una vez más, me voy a quedar con el Big Dave de The man who wasn't there.

Ralph Fiennes, 1962
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Uno de esos ejemplos de calvos que se resisten a serlo. Si buscas fotos suyas, hay muchas más con pelo que sin él, mostrando que le ha costado mucho aceptar su condición. Habría para un post entero sobre hombres como él (y lo encabezaría el gran Steve Van Zandt). Hasta hace no muchos minutos, pensaba que Ralph era un hombre demasiado guapo y un poco blanducho. Ahora que lo he visto sin pelo, me gusta mucho, mucho más. Ahora ya me parece un hombre. Me debato entre el despiadado Amon Goeth de Schindler's List y el trágico conde Lazslo de Almasy de The English Patient.

Javier Cámara, 1967
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Tiene ojos de haber llevado gafas demasiado tiempo, una gran vis cómica y un talento dramático que lo coloca entre los mejores actores de la historia del cine español, aunque se comporta mejor cuando es bien dirigido y cuando cree en su personaje. De entre todas sus hermosas composiciones, escojo el dificilísimo Benigno Martín de Hable con ella.

Vin Diesel, 1967
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Dudé mucho si traer o no a este actor a mi lista. La decisión de traerlo se debió a su incontestable atractivo físico, para nada desmerecido por su orgullosa calva, y el soldado Adrian Caparzo de Save Private Ryan. La sensación (no basada en hechos) de que debajo de esa calva y detrás de esos musculitos hay una o dos neuronas también tuvo que ver.

Luis Tosar, 1971
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La tercera de mis confesadas debilidades es este gallego casi de mi quinta. Me da pena que no haya más jóvenes calvos, me dice que ser calvo realmente es un obstáculo para triunfar en este mundo cruel que es el cine. El personaje, el José de Los lunes al sol.

Sé que me dejo muchos calvos interesantes en el tintero, y sé que la lista es heterogénea y arbitraria, como yo misma. Solo quería dejar constancia de mi gusto particular por cierto tipo de hombres, quería expresar que no todas las mujeres pensamos que el pelo es un atributo necesario para la belleza masculina, igual que no todos los hombres buscan tetas grandes. Yo nunca diría, como dijo el otro día mi amiga E de un pretendiente (o lo que parecía un pretendiente) "Está bien, pero es calvo". Soy más de "Está bien, y además es calvo".

Si hay lectores calvos en la sala, que se manifiesten de inmediato.

Buenas tardes.