02 noviembre 2008

Opiniones

Digo por ahí en los comentarios de un blog que a mí no me importa la ideología de los creadores, ni su carácter. Que lo que me importa de ellos es su obra. Y no sé si es del todo cierto. Tengo ejemplos que lo niegan: Bruce Springsteen me cae bien. Me gusta su música pero además lo admiro porque tiene unas ideas y es fiel a ellas, no tiene reparos en defenderlas públicamente, es un tipo familiar con unos valores sencillos y tiene la bendita paciencia de tratar a sus fans con amabilidad por muy maleducados que estos sean (cosas así).

Otro ejemplo: hace un año y pico me puse a leer una especie de biografía del Hollywood de los años 70 y no fui capaz de acabar porque supe que terminaría detestando a todos los directores, productores y actores que admiro precisamente por sus en ocasiones indefendibles comportamientos en aquellos tiempos.

Así pues, me pregunto hasta qué punto es cierto eso de que no me importa. Supongo que puedo afirmar que no me importa, aunque sí me afecta. Prefiero no saber cómo son en sus vidas privadas si eso va a hacer que no pueda disfrutar sus obras en la misma medida que antes de saberlo.

Hay cosas que me dan más igual que otras. Me da igual que Van Morrison sea maleducado con su público, Dylan prepotente. Me da menos igual que Dennis Hopper le pegara a su mujer. En cualquier caso, no son más que rumores. Creemos saber lo que vemos, lo que nos cuentan o lo que leemos, pero en realidad no sabemos nada, nada de lo que mueve a las personas a comportarse de determinadas maneras. Ahora, juzgamos en seguida, eso sí. Sacamos conclusiones, sentenciamos y condenamos sin despeinarnos ni un poquito. Lo que nunca nos paramos a pensar es qué conclusión podrían sacar los demás de nuestro propio comportamiento. Y si lo pensamos seguro que nos equivocamos de medio a medio. O lo más gracioso de todo: decimos (también sin que se nos mueva ni un pelo) que no nos importa. Una de las mayores mentiras que se pueden decir sin parpadear. Creemos que es cierto. Las cosas de la fe.

El caso es que llego a la conclusión de que sí: soy sincera cuando digo "no me importa la vida de los creadores". No me importa porque no me incumbe. Siempre está bien saber que un artista cuya obra te satisface tiene además grandes virtudes como ser humano (o lo que tú consideras grandes virtudes). Pero es innecesario conocer ese tipo de datos para disfrutar de la obra. De hecho, me atrevo a decir que es contraproducente.

Y en cualquier caso lo siento, pero me parece penoso oírle decir a gente que se supone inteligente cosas como "no escucho a X porque me cae mal". Eso no son argumentos. Y para mí nunca lo serán.

4 comentarios:

Mondongo dijo...

+1000
No puedo estar más de acuerdo.
Saludos!

Lula Fortune dijo...

A veces no nos importa porque no lo sabemos o no lo queremos saber. Siempre que leía a Cela, hacía un esfuerzo por separar las maravillosas páginas de Pascual Duarte del hijoputa que las escribió. Ahora creo que no lo reelería, no sé, me da como grima. Sigo creyendo que esa es una gran novela, pero no he vuelto a ella.
En este momento prefiero no saber nada de los creadores y percibir su obra de forma inocente. En otro momento quizás me pregunte dónde reside la genialidad del ser humano: Quevedo era un cabrón, Góngora un ludópata amargado, Unamuno un antipático, Dámaso Alonso un putero, Torrente un falangista... y así tantos otros.
Besos desinteresados.

Anónimo dijo...

Estoy completamente de acuerdo en que el juez/a que llevamos dentro,nunca descansa.Y los rumores y las especulaciones,envenenan.
Me cuesta por ejemplo,imaginar un artista tan completo como Michael Jackson, y sin embargo en cuanto a su vida privada,se ha dicho de todo,al margen de que sea cierto o no,me quedo con su Billy Jean o su Thriller porque nadie,NADie,se ha movido como él.

Elvira dijo...

Muy interesante reflexión. Saludos