12 junio 2011

Before sunrise y Before sunset, Richard Linklater

Hoy traigo dos en vez de una. Son dos películas románticas, de esas cuyo tema es el amor verdadero. O el amor, tal vez sea mejor quitarle el adjetivo.

(Todos queremos creer que love is real. Bueno.)

No voy a contar mucho de ellas. Diré solo que la primera, de 1995, narra un encuentro entre una chica (Julie Delpy) y un chico (Ethan Hawke) de veintipocos: se conocen en un tren y se despiden a la mañana siguiente habiendo vivido unas horas muy especiales. La segunda, de 2004, muestra su reencuentro, años después.

Tengo un pequeño problema con los cuentos de hadas, y se llama escepticismo. Afecta a otros ámbitos de mi vida también. Pero, pese a este pequeño desajuste, he podido disfrutar mucho de estas dos pelis hoy.

Y me han gustado porque son una especie de experimento muy interesante de ver. Y es que acompañamos a estos dos personajes en dos momentos importantes de sus vidas y vemos, de la película uno a la película dos, cómo estos personajes han crecido, han puesto 9 años a sus cosas. A la forma de enfrentarse a la vida, a sus rostros y sus cuerpos. A lo que buscan, quieren, esperan y dan.

Hay un momento en la película dos, Before sunset, en que ella comenta que hace poco estuvo releyendo un diario del año ochenta y pico (esto es, más o menos 10 años antes de su primer encuentro). Y que, aparte de ser más inocente entonces, ve pocas diferencias en cómo aquella niña de 9 años se enfrentaba a las cosas con respecto a la mujer de 32 del presente. Y estuve de acuerdo con ella al oírla decirlo (y recordar mis propios diarios infantiles).

(Unas de las mayores virtudes de este dúo de pelis es que son guiones fundamentalmente basados en los diálogos; los personajes hablan y hablan y hablan y hablan; y dicen muchas cosas que son pura verdad y pura vida.)

Conocemos muy poco de los dos personajes, tan poco como ellos mismos, probablemente, y sin embargo vemos todos esos pequeños cambios que se han producido en el camino a la madurez. Cambios en la risa de ella o en la seguridad en sí mismo de él. Cambios en la forma que tienen de decir las cosas y también en las propias cosas que dicen: la forma de autoanalizarse tan característica de los treinta que está totalmente ausente a los veinte, las conclusiones a las que llegan, la forma de autodefinirse y delimitarse. Los arranques de neurosis, las inseguridades, los fantasmas.

O la forma en que se enfrentan a sus sentimientos, que es mucho más natural y exenta de prejuicios en el primer encuentro que en el segundo. Hay otra cosa interesante, casi conmovedora: cuando se encuentran con veinte, piensan que la magia es lo normal. Se dan cuenta de que están viviendo algo especial, pero no son capaces de calibrar hasta qué punto. Esa calibración la realizan a lo largo de los siguientes nueve años, y comprueban su fiabilidad en su segundo encuentro. La magia es un milagro, constatan. Esa conexión es un milagro. No ocurre todos los días. No ocurre nunca. Esa conciencia de que las oportunidades rara vez se presentan dos veces, la necesidad de aprovecharlas.

También es cierto que películas como estas (también metería cosas como The bridges of Madison County o En la cama, de Matías Bize) te hacen pensar que el amor eterno dura un rato. Un rato muy corto.

No me puedo resistir a poner una de las escenas mejor rodadas e interpretadas, y mudas, que he visto en mucho tiempo. Es primavera y ando algo coja de experiencias emocionantes, así que al ver este minuto glorioso la adolescente que todavía vive en mí pasó un rato de regocijo indescriptible. Disfrutad:

5 comentarios:

wizzi dijo...

K, ya sabes que la sorpresa es una liebre y quien sale a cazar nunca la verá dormir en el erial.

Las mejores cosas que me han pasado han sido sin buscarlas. Y la magia existe, es un milagro pero existe. Y las conexiones se producen. Que se repitan más veces ya no lo sé pero me gustaría, tres, cinco, veintinueve.

El amor eterno, el eterno mito. ¿Quién sabe si en un instante cabe toda la eternidad? Si lo sientes es que cabe. ¿Crees que mantener una intensidad así es soportable?

La escena es impresionante, una preciosidad. Hay gestos y miradas que no hace falta expresar con palabras cuando se sabe lo que hay detrás y se siente a la vez.

k dijo...

A todos nos gustaría que se repitieran, pero el hecho es que son muy raras y muy preciosas (tal vez por eso).

Evidentemente, mantener una intensidad así no es soportable. También lo dice la protagonista en la película dos: con semejante nivel de tensión mantenido durante tanto tiempo, moriríamos de un aneurisma. Tiene razón otra vez (y eso que, curiosamente, el personaje no me cae demasiado bien).

Me alegro de que a ti también te haya gustado la escena :)

jafatron dijo...

Aún no he podido ver la escena pero me has despertado las ganas de ver las dos pelis. Y eso que, de entrada, me dan un poco de grima las que tratan sobre "amor verdadero" (para mí, el adjetivo está muy bien puesto, viendo cómo la gente maneja el tema del amor y lo adapta a sus necesidades). Y me dan grima seguramente porque en la mayoría de las ocasiones ese supuesto amor verdadero te lo pintan como un cuento de hadas y en mi opinión es más... cómo decirlo... más de pedernal y bordillo (perdón por el copy-paste).

Bueno, pues me apunto las pelis, parecen interesantes y tal vez toquen alguna fibra, que a pesar de todo yo sigo pensando que el amor verdadero existe, aunque con fecha de caducidad, lo cual hace que, mirando el lado positivo, sea posible experimentarlo varias veces en la vida.

Un pequeño consejo K: pasa de la primavera, es un falso mito. Desde hace tiempo el verano tiene más capacidad de ser emocionante.

Escribiría más pero estoy en el curro y tengo remordimientos.

Jota dijo...

Veo que te interesa más la segunda que la primera. A mí también. Nunca fui un veinteañero mochilero de Erasmus por Europa, pero sí que me reencontré años después con algún amor idealizado y ambos nos preguntamos: ¿por qué dejamos que el momento pasara?

El desencanto que sobrevuela la segunda la hace más creíble, aunque adoro su final abierto. Y el equivalente a la escena que has puesto de la primera en la segunda es ese plano secuencia en el que suben por la escalera de caracol.

¿Piensas en Clarence?

k dijo...

Jafa, yo este finde estaba en ese estado de ánimo en que te puedes tragar dos pelis de amor seguidas. No pasa muy a menudo. Las pelis... bueno, ya me contarás. En cuanto a lo de la primavera... era para disimular :P

Busqué esa escena para ponerla junto a la otra, Jota, qué bien lo sabes, pero no está en youtube (o yo no supe buscar muy bien). Se ve que no es tan vistosa.

Sí, claro que pienso en él.