12 septiembre 2010

Fotos de cabina en tres minutos

El viernes fue el cumpleaños de un compañero de trabajo (y amigo). Salimos por ahí, nos tomamos unas copas y se me hizo de día en el camino a casa (o casi).

Hacía meses que no salía por la noche hasta tan tarde. Uno de los síntomas de que me estoy haciendo vieja es que no me apetece una mierda estar en la calle a partir de la una o las dos de la mañana. Me agobio y me quiero marchar. Empiezo a bostezar y, esté con quien esté, me aburro. Me piro y ya está. Pero el viernes esto, para variar, no me pasó. No recuerdo haber mirado el reloj en toda la noche. La conversación saltaba entre unos y otros y era fluida y distendida. Las sensaciones eran agradables.

Pero quiero hablar de la sensación de ser mayor que tuve en uno de los bares. Estábamos allí, tomando nuestra copa. El bar no estaba lleno, pero le sacábamos fácilmente una media de 15 años a todo el mundo, incluidos los camareros (muy guapos los dos, por cierto, el alto y el del tupé). De hecho, sin salir de nuestro grupo había una diferencia de edades, entre el mayor y el menor, de diez años (de 33 a 43, a ojo).

Y en ese bar estaba sonando la música que a mí me gustaría si yo tuviese eso, diez o quince años menos. Pero era una música que no me sonaba de nada. En la vida había oído aquellas canciones. En ese momento me di cuenta de lo lejos que estoy de eso: de la música, de los bares, de trasnochar divirtiéndome. De los 20 años, en suma.

Después, no sé si por deferencia hacia nosotros o por simple gusto personal del camarero que se encargaba de la música (el alto), empezó la cosa a ir hacia atrás (y nosotros hacia arriba). Lo primero fue Sabina, con su Pacto entre caballeros, pero después sonaron Los Rodríguez (Hace calor) y luego Loquillo, con su Rock and roll star (la primera versión del año 81, además). Los dos más jóvenes del grupo nos miraban cantar y nos decían "ahora no os quejaréis". Cuando nos fuimos, Carlos Segarra cantaba Mediterráneo.

En el siguiente bar nos deleitaron con La mataré y le gané una apuesta al más joven del grupo porque reconocí en el primer acorde First we take Manhattan, asombrosa de escuchar incluso en un bar como ese.

El caso es que no sé por qué últimamente pienso tanto en eso, por qué me siento vieja. Es posible que algo tengan que ver los compañeros de clase y de casa en Australia, que andaban por los veinte, y mi propia cercanía a los 40, que me parece completamente inverosímil, pero no por eso menos cierta. Tal vez es que me cuesta hacerme a la idea de que estoy llegando al punto más alto, que de hecho ya me siento en él, que me da miedo ser consciente de que nunca en mi vida he sentido con más fuerza la plenitud y eso es el principio de algo muy diferente, que mis mayores son mayores y se arrugan y son mucho menos fuertes que antes. Que ahora yo estoy empezando a ser la adulta y ellos, los viejos.

Así que, en el camino a casa mientras el color del cielo cambiaba de negro a gris, luchando contra los efectos de un más que probable garrafón y con los zapatos en la mano porque no podía dar un paso más con los tacones puestos, pensé en todo eso.

Después llegué a casa, escuché Alexandra leaving y me fui a dormir.

El sábado fue un día de espantosa resaca.

Y hoy voy a ver a Leonard Cohen.

6 comentarios:

Daeddalus dijo...

Eso podría haberlo escrito yo.. qué vieja me siento en los bares cuando comienza a sonar eso de "litros de alcohol corren por mis venas" y los que la tararean me parecen todos unos calvos cuarentones, vamos, lo mismo que yo, sin ser calva ni cuarentona (aún).

Imagino estarás disfrutando justo ahora de Mr. Cohen (bendita la amante-manager-representante) que la arruinó y le hizo volver a la carretera.

Exlucifer dijo...

MI QUERIDA AMIGA:

ESO NOS PASA A TODOS. LO DE DARNOS CUENTA DE LA EDAD, NO LO DE EMBORRACHARNOS COMO CHUCHOS POR LOS BARETOS DE LA CIUDAD Y TERMINAR, A LAS TANTAS, CON LOS ZAPATOS EN LAS OREJAS MIENTRAS CANTAMOS EL CARA AL SOL ANTE LA SEDE DE LA CCOO.

ALGO EN ALGÚN MOMENTO HACE QUE NOS SINTAMOS "PURETILLAS DE LA VIDA".

QUÉ RÁPIDO PASA LA VIDA Y, LO PEOR DE TODO, ES QUE NO TIENE FRENO DE MANO....

k dijo...

Nada, Daeddalus, está claro que los años pasan. No es grave. Solo hay que llevarlo con la mayor dignidad posible (fácil, eh). Y sí, justamente en ese momento estaba disfrutando del concierto. Inolvidable. Tengo que intentar escribir algo pero no sé si seré capaz...

Exlucifer, qué razón tienes. Pero yo no me emborraché. Solo que algo que bebí me sentó mal (que no es lo mismo). Ay, qué poco aguante. Pero lo del freno de mano mejor lo olvidamos. Para trompos estoy yo.

NoSurrender dijo...

Bueno, yo te saco unos años, ya he pasado esa barrera de los cuarenta y este sábado cumplo una vuelta más. Y sí, hay vida después de los cuarenta, y gritos generacionales y etílicos en la madrugada. Eso sí, el garrafón sienta mucho peor :)

Qué envidia lo de Cohen. Qué bonita experiencia.

Gata Vagabunda dijo...

Con tu post acabo de descubrir algo más: que seguramente yo también voy a bares de vejetes, porque sí que conozco la música que suena... O_o

Nunca he sido muy marchosa, ni antes, ni ahora. Así que no siento cambios tan fuertes. Para mí los cambios serios son los de pensar en la muerte con frecuencia, o darme cuenta de que mi cuerpo cambia y no me gusta, por ejemplo.

En cualquier caso, siempre nos queda la posibilidad de ser felices en casa. Que yo lo soy, y mucho (y maldita sea, ¡no estoy nunca en casa!). O mejor aún, sacando millones de fotos a plena luz del día. Que tal vez no sea como la noche, pero tiene su aquel la luz de la mañana.

Biquiños

k dijo...

Lagarto, no es tanto el hecho como constatarlo, no sé si me entiendes. Pero sí, es cierto. El garrafón sienta de puta pena. También será la falta de costumbre. O la mezcla... o todo. Más bien.

Yo, la verdad, tuve mis años, gata, aunque ahora they're gone. Por mi parte, siempre he pensado en la muerte; en los cambios del cuerpo (y de la cara!) prefiero no pensar. Donde más veo esto de los años es cuando pienso en las cosas que ya no haré, que ya empieza a haber alguna (no muchas, tampoco, a ver si vamos a darnos por acabaos, con la guerra que queda por dar).

Tienes razón en lo de estar en casa. Cada vez me gusta más. Y ¡más todavía ahora que tengo un piso chulo! Qué gusto.