20 agosto 2012

Cuento chungo

Érase una vez una mujer que quería volar. Ver el mundo, llegar lejos, saber si el amor es salvaje. Quedarse e irse, tener y perder, coger y dejar, sí y no. Todo y nada. Ayer y mañana. Madrugar y trasnochar. Playa y montaña. Amor y soledad. Para siempre y jamás. Sí pero no. Subir y bajar. Dar y tomar. Agarrar y soltar. Sexo del bueno, Thunder Road con alguien abrazando su espalda y que la dejaran en paz.

Y que en cada paso hacia esas tonterías, se hacía un daño con las piedras de la hostia.

Érase una vez una mujer que nunca llegó a ninguna parte.

Pero bueno, se reía igual.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Debe ser una mujer interesante esa de tu cuento. Y si ha llegado a ninguna parte, sería raro que no me encontrase con ella. La reconoceré por su sonrisa, seguramente. O por su forma de bailar. Porque se te ha olvidado contar que además de seguir riendo, sigue bailando en los conciertos en los que hace calor.

Por cierto, soy el anónimo-no tan anónimo, no el anónimo totalmente anónimo. Pero prefiero mantener el anonimato. Gracias.