09 junio 2007

Una película pequeña

Hace unos cuatro años, cuando era socia del Círculo de Lectores, tuve que comprar un libro sin querer. Tocaba hacer la compra bimensual y ninguno de los libros que me ofrecía aquel catálogo era de mi interés. Así que me fui a la página en la que aparecían los libros que están a punto de ser descatalogados y elegí uno en cuya portada aparecían las fotos de Kevin Spacey y Julianne Moore. Al parecer, rezaba el texto publicitario o reseña que había debajo de la foto, era la novela en que se había basado la película Atando cabos, que yo no había visto. Pero me gusta Kevin Spacey y me gusta mucho Julianne Moore, y el libro no era caro, y había que elegir alguno, así que elegí aquel. El resto de la reseña hablaba de un hombre cuya vida estaba desestructurada y que volvía a la tierra de sus antepasados, en busca de sí mismo. El tema me pareció interesante. Cómo un pasado que desconocemos puede influir sobre nosotros y ayudarnos a construir un presente y un futuro, y cómo las personas miramos atrás en busca de nuestra memoria o para entender a la persona que somos.

Cuando el libro llegó a mis manos y como suele suceder, me encontré con una pequeña sorpresa. Para empezar (y para variar), el personaje descrito en la novela no podía tener un físico más diferente al de Spacey:

"Un cuerpo como una rebanada de pan mojado. A los seis años pesaba casi cuarenta kilos. A los dieciséis estaba enterrado bajo una gran masa de carne. Su cabeza tenía forma de pepino, carecía de cuello, tenía un pelo rojizo encañonado en la parte de atrás. Unos rasgos que formaban un racimo como yemas de dedos que se besan. Ojos de color de plástico. La barbilla monstruosa, una superficie rarísima saliéndole de la parte baja de la cara."

Y pensé que no me iba a gustar, pero seguí leyendo, porque por el momento me estaba gustando. Saqué muchas frases de aquella novela. He sacado muchas frases en las sucesivas relecturas, porque es de esas novelas que se dejan releer con gusto, de esas novelas que parecen escritas para ser releídas.

Es una historia sencilla y pequeña, sin pretensiones ni aspavientos, que ganó el premio Pulitzer en el año 1994. Fue adaptada para el cine y para estas dos estrellas en 2001 (y esto de las estrellas en las pelis made in Hollywood siempre me recuerda a Bruce Willis y Julia Roberts haciendo de sí mismos en El juego de Hollywood, de Robert Altman).

Tardé mucho tiempo en ver la película, en realidad nunca la busqué. Una vez me la encontré en televisión y quise saber qué habían hecho con Quoyle y su historia, con las expectativas reducidas al mínimo, y de nuevo me llevé una sorpresa. Porque Lasse Halström, un director cuyas adaptaciones, entendí entonces, suelen merecer la pena, había respetado intacto el espíritu, el núcleo duro, de la novela. Eliminado espacios, tiempos, por supuesto personajes, cambiado radicalmente el aspecto físico de los protagonistas, todas esas cosas inevitables que hay que hacer en las buenas adaptaciones, y sobre todo si se hacen en Hollywood y hay que meter a Kevin Spacey aunque sea con calzador.

Esta noche he vuelto a ver Atando cabos. También la película agradece el revisionado. Kevin Spacey, salvando esa insalvable distancia del aspecto físico de Quoyle, construye un personaje exacto al que yo imaginé leyendo las palabras de E. Annie Proulx. Su torpeza, su desconfianza hacia sí mismo, su invalidez sentimental (en la novela y en la película aparece una frase de esas que lo dicen todo: "aprendió a separar sus sentimientos de su vida".) En la película hay una voz en off, y sí, ya sé que he dicho muchas veces que no me gusta, pero como a los amigos, a las películas que te gustan les perdonas sus pequeños defectos y las quieres pese a ellos. Una historia de seres humanos pequeños a los que les cuesta encontrar un lugar dentro del mundo y dentro de ellos mismos, que se enfrentan valientes y diminutos a sus miedos y a sus tropiezos; una realización cuidada, discreta, en la que en muy pocas ocasiones recuerdas que hay una intención llamada "puesta en escena"; una música que no molesta los oídos y que no interfiere, sino que acompaña la acción; una acción lenta y que se recrea en sí misma, sin dejar por eso de avanzar en todo momento; la siempre impresionante presencia física y la tremenda fuerza de la mirada de Julianne Moore y una hermosa Judi Dench, fuerte y dulce; unos personajes secundarios solventes y redondos, hermosos, que hacen los coros y tapan los huecos a la perfección.

Mientras escribía esto último pensaba en el personaje interpretado por Pete Postlethwaite, que es el único personaje "negativo" de la película, Tert Card. Es tan tonto y tan malo, tan mezquino, envidioso, lameculos y jilipollas que no parece real. Pero lo es. Yo conozco un hombre así. Siempre es un compañero de trabajo que nos hace la vida imposible con su chabacanería y sus zancadillas. No siempre lo real es verosímil. Postlethwaite lo borda, feo y colorado.

El cine pequeño, aunque tenga un par de estrellas y venga de las laderas de Los Ángeles, esconde diminutos y durísimos diamantes a veces. Me gusta descubrir estos diamantes paseando por los recovecos del azar.

Ahora solo me falta verla en versión original… y creo que voy a aparcar un par de días al untuoso amigo de Prada y su interesante historia para volver a releer esta pequeña novela americana sobre el mar y el hallazgo del hogar.

6 comentarios:

MK dijo...

No me habia vuelto a acordar de esta película .La vi cuando la estrenaron y también me llamó la atención . Una historia narrada en clave de intensidad pero contenida y de cotidianidad extraña.Leí una reseña sobre el libro que también remarcaba el aspecto físico del protagonista y entonces me pareció que el cine hacia esas jugadas lamentables.
Todos están perfectos en el papel y arrastran sus vidas y su pasado como sujetaron y arrastraron un día esa casa sobre el acantilado.
Gracias por recordármela.

Exlucifer dijo...

"¿QUÉ TE HACE SENTIR MÁS IMPOTENTE?, ¿PAGAR IMPUESTOS O PAGAR MUCHOS IMPUESTOS?....

LOS QUE NECESITEN MÁS TIEMPO PARA CONTESTAR, YA HAN CONTESTADO.

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Gata Vagabunda dijo...

Guardo un muy grato recuerdo del visionado de "Atando cabos" cuando se estrenó en los cines. (La novela no la he leído, ni siquiera sabía que era una adaptación de una novela). Yo tampoco soy capaz de olvidar esa casa arrastrada en la nieve, ni a Julianne Moore, siempre estupenda. Pero sobre todo ese regusto de tranquilidad...

Antígona dijo...

No he visto la peli ni he leído el libro, pero desde luego tu post me ha despertado la curiosidad. Me gustan por lo general estas historias de gente corriente, vulgar en el sentido no peyorativo del término, de gente tan perdida en el mundo como la mayoría de nosotros. Precisamente estas historias sencillas son a veces las más difíciles de contar, porque deben contarse sin grandes aspavientos que desfiguren lo común y corriente, la pequeñez de sus personajes. Y la sutileza es siempre un arte.

Buen post, k.

Un beso

k dijo...

Mk, me alegro de haberte traído un buen recuerdo. Este tipo de pelis parece que pasan desapercibidas, pero no, luego resulta que te han dejado una muesca en algún sitio...

Lucifer, no veas el gusto que me ha dado este año pagarle a hacienda la pasta que le he pagado... que dure! :)

La novela, Gata, merece mucho la pena también. Es rara y especial.

Gracias, Antígona. Estoy de acuerdo contigo, estas películas son las más difíciles de encontrar y de hacer. Es una maravilla cuando las encuentras.

desconvencida dijo...

Esta película siempre me ha llamado la atención, ya es hora de que la vea...

Adoro a Kevin Spacey, me parece uno de los mejores actores que hay actualmente, lástima que se prodigue poco, además he leído que prefiere centrarse en su teatro de Londres (el Old Vic) y dejar aparcada la interpretación...