29 octubre 2011

Proyección

Hoy he visto una despedida en una estación de autobuses y he pensado que es una de esas experiencias un poco ridículas: alguien que se queda acompaña a alguien que se va y, cuando el autobús empieza a retroceder con su pitido intermitente, se queda más solo de lo que ha estado jamás, viendo cómo el autobús se lleva los ojos que al otro lado de la ventanilla, en lo alto, dicen todo lo que pueden, y casi seguro mucho más de lo que quieren.

Y después ya está. La chica se da la vuelta, se dirige a la salida sin saber muy bien qué cara poner, o qué cara está poniendo. La sigo, la veo coger el coche y me la imagino volviendo a un piso vacío, y a una vida vacía también. Mucho más vacía que hace un rato, al menos, si nos basamos en cómo se agarraban antes de llegar el bus.

Coges el coche y vuelves a casa y todo está metido en una niebla mezcla de resaca, sueño y pura tristeza, y mientras Leonard Cohen y las Webb sisters cantan If it be your will, se te escapa un lagrimón incongruente, imbécil, que no tiene mucho sentido porque nada de esto existe, y porque soy mayor, soy adulta y no quiero volver a sufrir. Por momentos se me escapa el sentido. El caso es que miras atrás y recuerdas cosas y también te sientes bien, feliz y de puta madre, porque por una vez hasta el dolor de una despedida ajena es un sentimiento bienvenido.

Es un sentimiento.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

"Soy mayor, soy adulta y no quiero volver a sufrir"

No podrías decir nada más triste. ¿ Tan mayor eres ? ¿ Acaso ignoras que si niegas la posibilidad de sufrir cierras la puerta a la posibilidad de amar, de vivir ?
Nada más romántico que una despedida en un andén ( mejor de una estación de ferrocarril, claro ) Tú piensas en lo que viene después, yo pienso en lo que queda atrás. Se puede construir un lugar habitable usando algunos recuerdos, lo que no se puede hacer es vivir sin tener nada que recordar. Y es el dolor de esos recuerdos el que hace que te sientas vivo.
Siempre merece la pena jugar, gozar del juego. Disfrutar mientras vas ganando y saber sufrir cuando finalmente pierdes.
Porque para alcanzar de verdad la madurez no es necesario abandonar el juego. Al contrario, es necesario recuperar la seriedad con la jugabas cuando eras niño.
No sé para qué te digo esto. Leyendo el comentario, sabiendo que encontrar un sentimiento te provoca una lágrima, es fácl adivinar que eres consciente de que intentas mentirte.

NoSurrender dijo...

Leonard Cohen, en cambio, no se despide munca y sí se queda para siempre en nosotros, enseñándonos lo que llevamos dentro. Siempre estamos solos con nosotros mismos y con nuestras emociones, incluidos los enamorados de la estación cuando están juntos. No sé si me explico, supongo que no.

Carmela dijo...

Aunque lo disfraces eres puro sentimiento K :))
Un beso

k dijo...

Anónimo, la frase así desgajada de su contexto no dice lo mismo que metida en él, me parece. Pero es cierto, es un momento romántico (y por lo mismo ridículo, y esa es precisamente la belleza de la vida). En cualquier caso, el tren se ha convertido en un elemento demasiado dramático, y ahora mismo debería hacerse más poesía de las estaciones de autobús: con toda esa carga de cutrez que llevan consigo harían un mucho mejor escenario para un amor imposible, mil veces mejor que las hermosas estaciones de ferrocarril de nuestras películas y nuestros sueños. Por otra parte, sí, es evidente que intento mentiros a todos, no solo a mí.

Lagarto, te explicas perfectamente. Y tienes toda la razón, como Leonard Cohen. Pero esa soledad se siente mucho más en determinadas ocasiones.

Carmela, supongo que hay algo de humano en esta replicante.

Jafa dijo...

Las despedidas en andenes (de tren, de autobús, tanto da) están muy bien para el cine como recurso dramático, pero en la vida real deberían estar prohibidas. No tiene nada de romántico vivir una despedida, ni recordarla tampoco. En realidad, que te toque vivirlo es... es... bueno, me he propuesto no decir tacos esta vez, que vaya racha llevo por aquí, así que... un rollo, eso es lo que es.

Sentir el dolor de una despedida ajena es, en el fondo, como ver las fotos de las vacaciones de otro en ese sitio en el que tú estuviste.

En fin, quería dejar mi opinión antes de que enterraras este post echando otros encima.

k dijo...

Que no se te ocurra ahorrarte los tacos en mi casa: una puta mierda es lo que son, con todas y cada una de las letras. O en argentino, que mola más: una reputísima mierda.

Y me encanta tu comparación de las fotos :D (de todas formas tengo ganas de ver las tuyas de Nueva York, a ver cuándo vas, que aún voy a volver yo antes)

Anónimo dijo...

Ya veo que cada vez me explico peor. No quería decir que me gusten las despedidas en sí, aunque tengan su parte romántica. Lo que quería decir es que ante una despedida se pueden tomar dos posturas : lástima por el futuro triste que viene a partir de ahí o satisfacción al recordar lo que hubo antes. Esa misma postura se puede tener a priori, antes de empezar algo y no cuando observas que se acaba ( o quizá se interrumpe )
Y en mi opinión, siempre es preferible sufrir después de una despedida que vivir sin darse una oportunidad de sentir plenamente, aunque esa plenitud tome conciencia en el dolor agudo que sigue a la separación.
Por eso empezaba por reprocharte la frase inicial ( "Soy mayor, soy adulta no quiero sufrir.") ¿ Cómo que no quieres sufrir ? ¿ A cambio de qué ? ¿ De no amar ? ¿ De no entregarte absolutamente, sin pensar en mañana ? ¿ Crees que es mejor mantenerse siempre a ras de suelo que subir al cielo una sola vez, tocarlo un instante y caer después ? ¿ Acaso no es más envidiable quién es capaz de convivir con un dolor profundo, intenso, que aquel que no ha sido capaz de sentir, si quiera una vez, ni un dolor así ni el amor que lo provoca ?