16 diciembre 2007

3.40 o cualquier otra hora

Cuando llego a casa a estas horas siempre me quedo un rato esperando antes de irme a la cama, esperando que pase algo más mientras los pies se me enfrían. Espero que alguien me escriba o me llame, que una voz amiga aparezca como un milagro.

Aunque al mismo tiempo soy absurdamente consciente de ser la única persona que está despierta en el mundo, la única persona que mira por la ventana esperando sin motivo que haya alguna otra luz encendida.

Si lo pienso bien, en realidad lo hago siempre. Mientras camino por la calle. Mientras compro en el supermercado. Mientras bebo Guinness en el bar. No sé por qué lo hago. Ni siquiera sé que espero. Ni mucho menos sé qué haría si de repente ocurriera.

No creo en los milagros. Como dice esta canción, no creo en la magia. No sé qué haría si ocurriera porque no va a ocurrir.

Pero supongo que no se trata de eso, de ser realistas o de encarar las cosas como son, sino de lo otro, del sueño o del hambre, de la esperanza incongruente, de la ausencia.

En realidad me encanta esto. Disfruto de esta sensación de hambre y de ausencia probablemente mucho más de lo que disfrutaría de la plenitud y de la presencia. Y eso es lo interesante del asunto, lo complejo. La sensación de ser dos personas, la que quiere algo y la que no lo quiere. Las dos son ciertas, verdaderas, están aquí dentro, en alguna parte, mirándose raro la una a la otra. Preguntando "¿quién eres tú?"

Es un poco ególatra, pero me fascino a mí misma. Me estoy empezando a enamorar de mis propias paradojas. Como Narciso, un día de estos me acercaré tanto al espejo de mi hermosura que me ahogaré en él sin darme cuenta.

Cuento algo así en esta pantalla y me doy cuenta de que es algo que no podría explicar en voz alta a nadie porque sentiría que me es imposible explicarme y que es imposible que el otro pueda entenderme. Pero los dedos sí pueden decirlo. Aquí no importa que a nadie le interese. Y mañana habrá alguien a quien tal vez le interese, por ese mismo motivo. Y yo me avergonzaré de haber sido tan indecorosa.

Cuánta literatura inútil.


boomp3.com

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues a mí me parece una hora estupenda :-)
La madrugada es única en provocar sensaciones, de todo tipo, pero esa tuya es francamente agradable.
Todo es posible, dicen, y ya vale con que sea así.

un beso

Antígona dijo...

He vivido épocas de mi vida en que me ha pasado más o menos lo mismo: una parte de ti espera algo, la otra se siente satisfecha, libre, viva, con la ausencia. Complejo y contradictorio, sí. Porque en ocasiones la espera genera ansiedad y la ansiedad acaba quemando, doliendo. En otras, se vive con una cierta calma, con un espíritu reconciliado que, como dices, al menos desde la ausencia se ve como preferible a las complicaciones de la presencia.

La cuestión sea, tal vez, si esa espera puede prolongarse indefinidamente en el tiempo. Si no llega un punto en el que el deseo de presencia no se vuelve demasiado urgente. Si la ausencia no acaba doliendo. No tengo una respuesta clara a estas preguntas.

Entiendo que te fascines contigo misma. Los seres humanos somos unas criaturas fascinantes. Por más que nos miremos y remiremos hacia dentro, nunca terminaremos de entendernos en nuestra complejidad.

Pero no temas. El día que te veamos demasiado extasiada contemplando tu reflejo en el agua, te apartaremos de ella de un empellón. ¡No vamos a dejar que te ahogues! ;)

¡Un beso!

Mangamoncio dijo...

Si te sirve de consuelo, K, a mí me pasa lo mismo que a ti... Siempre espero que pase algo, siempre anhelo una señal, siempre deseo que algo emocionante (o simplemente, novedoso) me asalte al girar una esquina...

k dijo...

Anna, muchas gracias. Es cierto que de madrugada todo se vive de una forma más intensa. Como que te atreves a ponerle nombres a las cosas.

No sé si se podrá prolongar, Antígona. Ya te iré contando. Y me alegro de contar con vosotros para evitar mi muerte por inmersión! :)

Mangamoncio, ya sé que es una idiotez y un tópico, pero sí; sí me sirve de consuelo. Gracias.