28 enero 2008

The dead, John Huston

El sábado vi Dublineses (The dead), de John Huston. Es una película extraña, desequilibrada. Dura 75 minutos y de ellos, te pasas 65 preguntándote qué va a ocurrir, cuál es la finalidad. Siempre que veo una película o que leo un libro donde ocurre eso, el resultado suele ser que no pasa nada. Nada lo mejora, todo sigue así, se cumple la tendencia. Pero algo tenían las imágenes de ayer que me hicieron seguir mirando. Tal vez saber que Huston siempre tiene algo que ofrecer. Esta vez no podía ser menos.

Yo tengo muy poca imaginación. Una de las cosas que aprendí en la carrera fue que hay una especie de contrato tácito entre el director y el espectador. La película ofrece pistas para que el espectador pueda sacar conclusiones y establecer hipótesis que, al cumplirse, le producen satisfacción. Nada de esto ocurre en esta película. No tienes datos concretos, de modo que tus hipótesis son erróneas.

Toda esa larguísima secuencia de la reunión social la noche de Reyes nos sirve para contextualizar, para retratar una sociedad y unos individuos, para hacer un poco lo mismo que hacía Robert Altman en sus películas corales: presentarte un montón de personajes que tienes miedo de no reconocer o no ubicar después, hasta que te relajas, cuando te das cuenta de que sí te estás enterando de lo importante.

El final es la clave (si no la has visto y piensas verla, mejor no des al play).



Algunas películas no siguen el canon clásico: presentación, desarrollo, desenlace. Y no importa. Lo que importa es el mensaje que te llega, lo que son capaces de sacar de ti.

Después de verla leí el relato de James Joyce en el que se basó esta obra casi póstuma de John Huston. Y la verdad es que, tratándose de dos genios, es un placer poder decantarse en esta ocasión por la versión filmada. No mejora nada, no aporta nada, no depura nada. La imagen es escrupulosamente fiel a la palabra escrita. Y sin embargo tiene una ventaja para mí, y es que te permite extraer tus propias conclusiones sobre los sentimientos y los pensamientos de los personajes, de modo que, siendo comparativamente más incompleta, menos prolija (la ventaja, supongo, del lenguaje cinematográfico), es mucho más flexible y, por lo tanto, más libre.

Provoca escalofríos pensar que John Huston sabía que habría muerto cuando la película fuese estrenada.

7 comentarios:

Otis B. Driftwood dijo...

Ésta es la que mi hermano llama con guasa "loh muertoh de Joyce". Pero me consta que le gustó :-)
Yo la tengo entre mis películas "malditas": esas que siempre quiero ver, pero siempre ocurre algo que me impide verlas. A ver si cae.
Besos.

k dijo...

Una de sus mayores virtudes es lo poco que dura. La verdad es que se deja ver muy bien. Ya me lo dirás :)

Anónimo dijo...

A mi me pasó al contrario, primero leí la obra de Joyce y tiempo después vi la película. Contrariamente a lo que me suele suceder con las adaptaciones cinematográficas, en las que, salvo excepciones, me siento defraudada por su traducción visual, "Dublineses" me cautivo. Creo que sobre todo porque a lo largo de sus minutos, pese a conocer el entramado, se iba apoderando de mi una inquietud que en la novela no sentí, una especie de corriente subterránea que subyace bajo esa apariencia de serenidad, calma, contención y normalidad, como si todo fuera explotar de un momento a otro. Un beso K y gracias por tu lúcida visión de estos muertos :).

desconvencida dijo...

Aún recuerdo ver de pequeña las imágenes de Houston rodando esta película, asistido por oxígeno... puso en ella todo su empeño, y realmente reflejó con exquisitez la sensibilidad del relato de Joyce...

k dijo...

Gracias a ti, Ladydark, lo explicas perfectamente: esa "corriente subterránea" que aludes es lo que te hace quedarte mirando hasta el final. Y es un acierto hacerlo.

Desconvencida, y es curioso, porque utilizó la sensibilidad del relato de Joyce para transmitir su propia sensibilidad, en esta especie de resumen de su idea sobre la presencia de los muertos en el mundo de los vivos a modo de testamento cinematográfico... en fin, un genio.

Anónimo dijo...

Leyendo, tardíamente tu comentario y, habiendo visto varias veces esta película y siempre maravillado de esta verdadera clase póstuma de cine de Huston, no puedo evitar reflexionar acerca de cuán diferentes -¡pero cuánto!-, pueden ser las percepciones de cada un@ según su propia riqueza, sus vivencias, su karma.

El cuento de Joyce es una cosa. La transposición de Huston es otra, en sí misma también otra obra de arte. Tu comentario es elocuente, te pinta y, así como navegando anclé en tu blog, K, zarpo para ya no volver. Pocas cosas nos unen. Eduardo

k dijo...

Pues bienvenido y adiós, Eduardo, aunque lo lógico será que no lo leas. Gracias por al menos dejar un rastro :)