Línea de pensamiento sin riendas
Ves a la gente tan atareada, tan estresada, siempre diciendo chorradas como "yo es que no soy capaz de estar sin hacer nada".
Yo sí soy capaz. Y no solo eso. Me encanta no hacer nada. Y es más. Me gustaría no hacer nada nunca.
Aunque supongo que es una cuestión de concepto.
Para mí, "no hacer nada" es sentarme a leer durante horas. Salir a tomar una cerveza con un amigo que tiene algo interesante que decir y que no me agobia. Ver una película hasta las tres de la madrugada y no levantarme temprano al día siguiente. Tirar dos horas hablando a través del messenger con un amigo. Visitar blogs de gente que me gusta. Hablar por teléfono con mi hermana. Pasarme una tarde de sábado en un campeonato de tiro con arco. Ver en la tele una serie de las buenas. Si es posible, más de un episodio.
Y, por el contrario, "hacer algo" comprende todo el amplio (inmensurable) abanico de cosas que no me gustan. Barrer, fregar, poner lavadoras, tenderlas, plancharlas, limpiar cristales, quitar el polvo; preparar clases, aguantar idiotas, cocinar, pagar el piso, planear actividades educativas, comprar tinta para la impresora, ordenar los cedés, lavar el coche, madrugar, poner exámenes, corregir exámenes, leer comentarios de películas que no aportan nada (para ejemplificar esto, voy a coger al azar uno de los comentarios que hay desperdigados a mi alrededor en la mesa y transcribir la primera frase en la que se posen mis ojos: juro solemnemente no seleccionar a sabiendas la peor).
"La música, de Anton Karas, se basa en una melodía sencilla e hipnótica, interpretada con cítara. Hay gente que pensará que no es adecuada, pero en mi opinión no está mal, le da un poco más de alegría a la película, esa alegría que le falta, por ser en blanco y negro."
Juzguen ustedes.
Así que mi sueño en este momento, en esta edad idiota en la que los sueños hace mucho que se desvanecieron, los grandes, los importantes, los formados a partir de la errónea concepción de la vida como una especie de inmenso campo de juego donde todo era posible, es que llegue el momento en que pueda no hacer nada en todo el puto día.
Esto, claro, me lleva a reflexionar sobre el terreno de los sueños. El resbaladizo y traicionero territorio de lo que jamás nos atreveremos a hacer. Porque si hay algo cierto es que la mayor parte de las personas dirigimos nuestros pasos exactamente en sentido contrario a lo que soñamos. De modo que si una de joven sueña con ser escritora o directora de cine, por ejemplo (todo parecido con la realidad es pura coincidencia) y con viajar por el mundo y conocer personas que dicen siempre cosas interesantes y que nos hacen crecer y todo lo demás, finalmente terminará haciendo lo posible por trabajar durante meses como teleoperadora de Movistar.
No es así para todos, claro. El talento consiste en eso precisamente: en fijar los ojos en la meta y no apartarlos de ella bajo ningún concepto. Lo aprendí joven, lo aprendí concretamente de Drazen Petrovic. Era un genio y aún así se pasaba horas (fuera del horario normal de entrenamiento) practicando los tiros libres. Yo me pregunté una vez, "si es un genio, ¿por qué practica tiros libres?" y claro, me contesté en seguida que la cosa era exactamente al revés. Es un genio porque practica tiros libres. Las cosas no vienen solas. No se regalan. El talento no viene de serie.
Y esto, siguiendo el hilo caótico (o no tanto) de mis pensamientos, me lleva a la nueva campaña de Adidas, que me parece estupenda, dejando aparte todo lo que podamos opinar de la marca, la empresa, el capitalismo, el marketing, la mentira publicitaria y todo eso.
Podéis verla aquí.
Y sabed, ya que yo lo he olvidado, que es cierto: la vida es un inmenso campo de juego donde todo es posible.
6 comentarios:
claro que sí; a mí me falta tiempo para no hacer nada. ¡necesito prejubilarme!
Pero tampoco creo que el talento sea siempre una consecuencia, un síntoma cualquiera de un transtorno obsesivo-compulsivo cualquiera. Son fenómenos independientes que un día, de pronto, se conocen entre ellos y copulan.
Esa es la idea, claro. Hacen falta los dos ingredientes... lo que no creo es que se conozcan de pronto. Uno es así o no. Uno trabaja o no. Si es así y trabaja, termina protagonizando un anuncio de adidas. Más o menos...
Te contestaría más largamente pero tengo demasiadas cosas que hacer en estos días :-( Sí, de esas...
Querida K.,
¿Has leído las Historias de Winnie-the-Pooh, de A.A Milne?
En una ocasión, le preguntan al niño, Christopher Robin, qué es lo que más le gusta hacer y él responde:
-Oh, nada. Eso es lo que más me gusta hacer: nada.
La suya se parece mucho a tu idea de no hacer nada, creo. Pero no te cuento cómo sigue la conversación; a mí se me saltaron las lágrimas. He leido pocos libros que expliquen, de forma tan sutil y tan lírica, el paso de la niñez a la edad adulta.
Bájate a tu librería y cómpratelo (si puedes, la edición de Valdemar tapa dura, con las ilustraciones originales; si no, lo hay en bolsillo, también con las ilustraciones a color) No te arrepentirás, es un tesoro.
pd: el libro de bolsillo huele a plastilina.
Fanshawe, haz lo que tengas que hacer, pero no olvides respirar. Y cuando quieras, contesta largamente.
C., anoto. Me gusta tanto tu comentario que no lo dudo ni un momento. ¡Qué suerte! Voy a Madrid la semana que viene :)
Además, siempre están entre mis lecturas favoritas esos cuentos para niños que tienen mensajes secretos para los adultos... El principito, Peter Pan, El mago de Oz, El viento en los sauces y La historia interminable son libros de cabecera para mí. Por cierto, cuánto tiempo sin releerlos...
K. ... me salen tantas cosas con este post... :
1) ¿Te gusta mínimamente tu trabajo?
2) ¿Por qué me lees los pensamientos a todas horas?
3) ¿Quién escribió eso de que al blanco y negro le falta "alegría"? Me han entrado instintos de arañar...
Y por último añado: a veces prefiero "hacer algo" a pesar de que en ese término vayan incluídas un montón de cosas que detesto, simplemente porque dejo de pensar. Cuando estoy "haciendo nada" pienso demasiado. A veces eso me entristece.
Y nada más... un beso.
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