28 noviembre 2007

Madrid, 25 de noviembre de 2007

Quisiera contarlo.

Para empezar, hay que elegir un principio. Tengo varios.

Podría colocar el principio en verano, cuando un amigo me dijo "habrá disco de Bruce en octubre y después gira; tengo la seguridad de que nos veremos allí".

También podría situarlo poco después, cuando otro amigo me envió una canción por email, Radio Nowhere, el día de mi cumpleaños.

O cuando, el día dos de octubre, me quedé sin entrada para Madrid después de hacer cola y esperar en vano. Unos días después conseguía entrada para Bilbao.

Recibí un mensaje: "No compartiremos el mismo concierto, me jode".

Yo contesté: "No surrender".

Pero voy a poner el principio el día que sonó el teléfono y una voz casi desconocida me dijo: "¿Tú no tienes entrada para Madrid, no?" Yo contesté: "No". Y la voz dijo "Pues ahora ya tienes. Resulta…"

Me da la sensación de que esta locura hay que explicarla, pero no puedo. Alguien que nunca haya hecho algo así leerá estas palabras y no entenderá nada. Quien no sea capaz de perder la cabeza por un sueño absurdo no entenderá nada.

Como diría el africano, "este anuncio es para todos los demás".

Lo difícil es por dónde empezar. Dice Houellebecq en La posibilidad de una isla: "No hay reglas precisas respecto al relato de vida. El principio puede tener lugar en cualquier punto de la temporalidad, igual que la primera mirada puede detenerse en cualquier punto del espacio de un cuadro; lo importante es que, poco a poco, asome el conjunto". No es verdad. El lugar donde colocas el principio lo condiciona todo. El autor del cuadro sabe dónde pondrás los ojos en primer lugar. O debería saberlo. Debería decidirlo.

La ciudad donde vivo está llena de gente rara que se sienta sola en un bar decorado en madera con un papel y un boli o un incongruente y diminuto libro de poesía. Yo también lo hago. Me siento sola y pido media de Guinness (Slàinte!). Viene una alumna a saludarme y cuando vuelvo a levantar la cabeza me ha pagado la cerveza, qué encanto. Suena otra música. Suena demasiado alta. Me pongo a recordar.

Nadie ha dicho que hicimos la ola sin más motivo que la pura tensión de la espera. Nadie dice que la multitud ansiosa aplaude y silba a los técnicos de luminotecnia que se encaraman a las estructuras, a los hombres sin nombre que colocan en una pulcra fila los saxos de Big Man.

Cuando se apagaron las luces el público entró en erupción. El rayo de luz. Y Bruce preguntando eso. IS THERE ANYBODY ALIVE OUT THERE? La multitud ruge. Así que vuelve a preguntarlo. IS THERE ANYBODY ALIVE OUT THERE??! Todos gritamos. Nosotros estamos vivos, what about you?

(Cuando me dio la entrada me temblaban tanto las manos que me dio vergüenza vérmelas. Saqué un cigarrillo, guardé el paquete, lo volví a sacar, ofrecí, alguien aceptó uno, cogí un cigarrillo, lo encendí, guardé el paquete, me di cuenta de que tenía un cigarrillo extra apagado en la mano, el que había sacado primero, saqué de nuevo el paquete y lo guardé. Todo con las manos temblando. Todo con la entrada maravillosa guardada en lugar seguro. Escalera 17. Fila 2. Asiento 1. No os podéis imaginar qué cerca están esas palabras y esos números de Martin Scorsese.)

Es potente ese principio con Radio Nowhere, funciona bien. Tal vez no sea una gran canción, aunque yo la adoro. Y funciona. Intento encontrar un mundo con algo de alma, intento establecer una conexión contigo.

(Unas cervezas antes del concierto. Todos tenemos entradas de grada, no tenemos que hacer cola. Lista de canciones que queremos escuchar. Estos dos chicos tienen las suyas. No surrender les une por alguna oscura razón. La canción de su complicidad.)

No reconozco los acordes de la segunda camción al momento. Pero después sí. Arranca No surrender y yo pienso en ellos y en la mirada que se cruzaron cuando la desearon juntos. Y veo que esta noche va a ser una noche de cumplir sueños. No nos rendimos, estamos aquí, cantando, gritando, jurando que siempre recordaremos, porque aprendimos más en una canción de tres minutos que en todo el tiempo que pasamos en el instituto.

Y ¿qué hay de mi deseo? Bueno, mi deseo era que se cumplieran los tuyos, pero también tenía una canción que quería oír. Y mi canción empieza a sonar con una batería loca. ¿Es o no es Max Weinberg uno de los mejores baterías de rock del mundo? ¿De verdad importa eso? Es lo que tú sientes que es. Los cambios en la voz del Bruce, los cambios de ritmo, el crescendo salvaje de esta canción pasan por encima de mí como una apisonadora. Cuando la canción enfila el final estoy llorando sin motivo. O por un motivo que está a medio camino entre la emoción y la histeria. El momento ha llegado y yo apenas puedo creerlo. Casi no sé ni si estoy viva, si todo esto está pasando de verdad.

Podría hablar de cada una de las canciones del set list, que es como se llama técnicamente el asunto. Todas las canciones dicen algo, de todas se puede sacar una emoción, todas me van partiendo en trozos por dentro. Nadie conocido a mi lado y no me siento sola, sino feliz, porque puedo vivir esto sin testigos, completamente libre.

Last to die tiene una potencia devastadora. Tunnel of love no sale muy bien pero la guitarra de Nils arregla un poco el desastre. La versión de Reason to believe, una canción tan dura y tan esperanzada, tan llena de fe en las personas, en sus ilusiones y en sus motivos para seguir viviendo, añade ganas de pasarlo bien en las formas, y tiene tanta vida dentro que al final te das cuenta de que tienes que cerrar la boca.

Así que llega Badlands y, después de esa comunión brutal, en que la muchedumbre se mueve al unísono como un animal enardecido, el escenario se queda vacío por un momento. Es la hora de los bises, la hora de cumplir el último deseo, que la multitud pide a coro. Bruce sonríe, I got it, I got it, el deseo será concedido pero hay que esperar. Hace la broma, busca el cartelito, lo recoge, lo muestra a cámara: Thunder road, please! La magia comienza. La puerta se cierra de golpe y el vestido de Mary ondea. Ahí la tienes, amigo. Por fin. Me noquea de tal modo que ni siquiera puedo llorar. Todos los milagros han tenido lugar.

Pero no todos. Al día siguiente vuelve a empezar. Con otra calma. Ya ha habido una primera vez y yo no sé todavía que todas las veces son la primera. Kilómetros hacia el norte.

Y Papá Noel reparte promesas de felicidad por sms. Puede que no se cumplan, pero la mera posibilidad es suficiente.

Tal vez mañana.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Joder...

Anónimo dijo...

EMOCIONAS :)

Kurtz dijo...

Envidia insana del todo es lo que me produces.
Un saludo

Exlucifer dijo...

COMO DIRÍA EL AFRICANO, O SEA YO MISMO:

"TODO ESO SIGNIFICA QUE FUISTE AL CONCIERTO DEL SPRINGSTEEN EN MADRID????.

P.D. TODAS MIS FRASES TIENEN COPYRIGHT. TENDRÁS NOTICIAS DE MIS ABOGADOS.

Gata Vagabunda dijo...

Lamento horriblemente repetirme, pero bueno, creo que he dicho una y mil veces que el único concierto de Springsteen al que asistí, con quince añitos, ha sido el mejor de mi vida (y eso que hubo muchos y realmente geniales). Tras leerte tengo la sensación de que ahora, muchos años después, me hubiese emocionado lo mismo. Como a ti.

Gracias por el post.

Antígona dijo...

Joder, has conseguido transmitir tan bien las emociones que te produjo el concierto que me he sentido como si hubiera estado allí ;)

Un auténtico regalo de la vida ver cómo se cumplen los propios sueños. Que todo siga así.

¡Un beso!

Jota78 dijo...

Es muy gracioso, porque cada uno tiene su historia, sus anécdotas, pero al final todos llegamos a depurar la misma emoción. Y yo lo sentí también muy parecido a ti.

Este concierto lo vi acompañado. Era el primer concierto de la E Street Band para ese alguien, y me hizo ilusión que pudiéramos disfrutarlo tanto y tan bien. Pero otros los he visto a solas, como éste tú, y sin embargo nunca me he sentido dado de lado. Siempre acompañado, dentro de una comunidad. Hay que vivirlo para entenderlo.

k dijo...

Es bonito eso, llevar a alguien que quieres a vivirlo y ver que lo siente como tú.

Ir solo tiene una potencia especial, te da la sensación de que la comunicación con la multitud y con la banda y con el propio Bruce es única, avasalladora.

Cuando vas con alguien (o en grupo) estás pendiente de ese otro, comentas, hablas, observas sus reacciones, te dejas observar por ellos, compartes. No sé qué prefiero. Creo que necesito un poco de las dos cosas. Pero para eso ya intento ir a más de un concierto en cada gira :)