07 abril 2008

Pasaba por allí

Un señor, Brooklyn

Te llevas imágenes de gente a la otra esquina del mundo. Y tu imagen también viaja, desvinculada para siempre de tu existencia, tomando la forma de una persona vulgar en las fotos de otros.

No somos nadie, bultos anónimos manchando de colores las fotos y los recuerdos de alguien, conformando paisajes, rellenando calles. Otorgamos exotismo o normalidad, caminamos por las aceras y servimos para el equilibrio visual de la composición de un instante captado al azar.

Cruzamos palabras y miradas con desconocidos y al cabo del día pasamos a formar parte de millones de olvidos. Pero dejamos ese rastro colorido que aparece de vez en cuando, resucitado en una revisión fugaz y de nuevo olvidada en un parpadeo.

Todas esas personas de las fotos tienen una vida, como tú. Un pasado, un dolor y una alegría, probablemente una canción que les hace estremecerse, una película favorita, una opinión política.

Y todas esas personas, al igual que tú, son sólo manchas movidas en una foto.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Un señor, Brooklyn... título acertadísimo para esta reflexión, que, dicho sea de paso, me ha gustado mucho y aún no sé porqué. Quizá por haber conseguido transmitir ese sentimiento de existencia trivial a partir de un detalle insignificante, o quizá porque después de leerte se queda uno pensando que tal vez sea verdad aquello de que "la insignificancia es siempre una garantía de seguridad"...
No sé, pero me ha gustado el señor de Brooklyn.

k dijo...

No sé hasta qué punto la insignificancia es garantía de nada... los insignificantes son los que aparecen en el telediario como "veinticinco muertos en la carretera este fin de semana" en lugar de como "ha muerto Charlton Heston", por ejemplo.

No fui capaz de darle a la entrada el contenido que quería darle, en realidad. Se me ocurrió mientras sacaba fotos allí y lo recordé subiendo las cuatro o cinco fotos más que subí ayer, todas de gente en la calle. Recuerdo que en un momento, después de ser fotografiada sin querer por un turista, pensé "habrá fotos mías por ahí vete tú a saber dónde". Y entonces fui consciente de todo lo que olvidamos al cabo del día y de que los demás, los que salen en tus fotos porque pasaban por allí, también tienen vidas completas, aunque sea imposible aprehenderlas. En fin. Todo a cien.

Gracias, Jafatron, con lectores como tú da gusto escribir.

Anónimo dijo...

Yo también pienso como Jafatron, tu reflexión al hilo de esta foto es estupenda, y me ha encantado la frase de "manchas movidas en una foto". Es una especie de muñeca rusa que contiene a otra, tú una mancha en la foto de un desconocido y este desconocido que nos traes, otra mancha en tu foto. Serán tus "Todo a cien" pero te aseguro que los que te leemos encontramos mucho arte entre tus escritos.

Anónimo dijo...

Muchas gracias, Ladydark, guapa, por asomarte por aquí. Es verdad lo de las muñecas rusas, a mí también se me parece la imagen a la de los espejos rotos o reflejados en otros espejos, la imagen se multiplica hasta el infinito. Y gracias por la flor, anima mucho :)

Oyros dijo...

¿No os habéis cruzado por casualidad con alguien por la calle o en una estación de tren y, años después, por circunstancias extrañas de la vida, habéis acabado siendo amigos de esa persona? Una foto movida que el tiempo encuadra y enfoca.

También está el otro efecto. La certidumbre de haber estado con alguien en algún lugar pero que ni tú ni la otra persona lo recordéis. ¿Una foto lanzada al lugar equivocado?

Mangamoncio dijo...

Yo pienso de vez en cuando en las personas con las que te cruzas en el Metro o en la calle, cuya mirada se clava en la tuya durante unos segundos. Es probable que nunca jamás vuelvas a ver a esa persona (o quizá sí, pero ya no la recordarás) y a lo mejor pudiera haber sido un gran amante, o un amigo del alma, o un compañero de trabajo perfecto, o un enemigo feroz. Incluso podría haber sido un blogger con el que hablas a menudo... pero nunca lo sabrás.

Me gusta mucho al respecto la canción "You're beautiful", de James Blunt, que cuenta cómo un tío se enamora de una chica maravillosa que ve en el Metro y con la que sabe (amarga certeza) que jamás va a estar.

k dijo...

Oyros, qué imaginación. Menuda manera de tirar de la metáfora. Mola.

Sí, Mangamoncio. Dentro de poco lo llamaremos "el mito del desconocido", o algo así. Yo creo que por eso gusta tanto Auster, precisamente: porque hace que esas casualidades que son "posibles" y que siempre se nos pasan por la cabeza, sucedan. No sé, así de repente se me ocurre. La canción, lo mismo. Habla de algo que todo el mundo entiende (y además se le entiende...)

Antígona dijo...

En una etapa de mi vida, no tan distante, en que paseaba mucho, me entretuve bastante en pensar sobre esa masa anónima que constituye el paisaje de nuestras vidas.

Cada día nos cruzamos con miles de rostros que invariablemente olvidamos, que no tenemos más remedio que olvidar. Nosotros mismos somos para ellos esa impresión fugaz que acompaña su caminar por las calles, su esperar a la llegada del metro. Nosotros, su paisaje. Ellos, el nuestro. Todos tan idénticos, movidos por las mismas pasiones, apesadumbrados por las mismas tristezas. A la vez tan diferentes.

Resulta extraño pensarse a sí mismo entre esa masa tan conocida y desconocida a un tiempo. Más extraño resulta aún saberse parte de esa masa para cualquier mirada que no sea la nuestra.

Me ha encantado tu post, que lo sepas.

¡Un beso!

k dijo...

A mí también me ha resultado curiosa siempre esa sensación de anonimato, de pertenencia a una masa informe. A veces me resulta acogedora y a veces hostil. La sensación, digo, no tanto la masa. Me ocurría constantemente cuando vivía en Madrid. Y en Nueva York volvió con fuerza. A veces la echo de menos.

Mangamoncio dijo...

Bueno, según ciertas corrientes filosóficas e incluso teorías científicas mdoernas, somos Uno con el Todo. Yo soy la masa y la masa es yo. No sé si me explico... Es más, ni siquiera sé si viene a cuento.