28 marzo 2007

Conexiones

Red, según el Diccionario, tiene una connotación de atrapar, sujetar. Es curioso y supongo que tal vez es culpa de mi percepción, distorsionada en cuanto subjetiva, pero he estado a punto de rechazarla por negativa. Sujetar no es negativo. A mí lo seguro, lo estable y lo que se sujeta me parece negativo, así que creo que tengo un problema. Bueno, no es nuevo. Ya lo sabía.

De entre todos los alumnos, hay algunos que me caen mejor que otros. Todos tienen más o menos las mismas características, las mismas edades, los mismos pájaros en la cabeza. Pero algunos me caen mejor que otros. Ninguno me cae mal, son personas, todos tienen virtudes y esas cosas. Pero hay algunos que me gustan más. Y curiosamente, además tengo la sensación de que les caigo especialmente bien a esos mismos que a mí me gustan más.

¿Por qué? Misterios.

Personas que no conoces de nada, con las que nunca has hablado y con las que, repentinamente, se establece un vínculo especial. Como si las conocieras de toda la vida. Una vía por lo general de ida y vuelta, además. Miras los ojos del otro y percibes esa misma sintonía.

Nunca amamos a nadie: amamos solo la idea que tenemos de alguien. Lo que amamos es un concepto nuestro, es decir, a nosotros mismos. Lo dijo Pessoa. Bueno, no sé si es cierto. Supongo que lo es en parte, en la parte en que amamos lo que proyectamos. Pero no proyectamos lo mismo en todos. A alguna gente la miramos y nos vemos en ellos, pero no como un reflejo, sino como si formáramos parte, casi física, del otro.

Ya es incomprensible que te pase con una persona desconocida con la que te encuentras en el trabajo, a través de un contacto visual, un gesto de la cara o la forma de expresar una idea, la entonación o la voz.

Pero cuando te ocurre con alguien a quien nunca has visto (todos somos usuarios de internet, todos sabemos de lo que hablo), entonces es un misterio absoluto. ¿Puede destilarse el alma a través de la palabra escrita? Puede, claro que sí. Y esas gotas son las que llegan a los demás, y de ahí sacamos sin darnos cuenta y sin querer los motivos para la proyección que nos hace sentirnos identificados con esa persona.

De hecho, muchas veces, para muchos de nosotros, es más fácil así. Cada uno de nosotros somos un hilo de esa red. Se lanza al vacío y en el viaje se engancha a otros hilos. Hoy he querido decirle a un alumno "me gusta tu blog", y no he sido capaz. Y he pensado "mejor le mando un mail". Nos escondemos detrás de la palabra escrita, de la pantalla en blanco, para ser más cómodamente nosotros mismos, para evitar tener que mirar a los ojos y ponernos rojos. Si tenemos que ponernos rojos, preferimos que nadie nos vea. Por lo menos al principio. Es más fácil así.

A través de estas ventanas tenemos otra vida pública, en la que enseñamos lo que queremos. Lo que creemos que nos define, con la mayor sinceridad, con toda la honestidad posible. Y los que leen saben si somos listos o tontos, tímidos o presumidos, interesantes o aburridos. Lo saben o lo deciden, no sé. Y te dejan sus hilos para que los sigas si quieres. Y tú decides si ellos…

Y, ya puestos a dar la chapa, dejo otra frase. La dice Robert Kincaid en Los puentes de Madison. Supongo que no hace falta decir que hoy no estoy hablando de amor, pero lo digo para los despistados. La frasecita es algo como: una certeza como esta solo se tiene una vez en la vida. Es preciosa, pero no es verdad. Una certeza así se puede tener varias veces en la vida. Es así. Cuando se tiene, es una certeza. Aunque luego te des en las narices.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Estoy muy de acuerdo con lo que dices, quizás sólo entendible para los que lo han vivido, la única forma -a veces- de compre-hender las cosas (barbarismo mío, pero yo me entiendo).
Vivimos en un mundo donde existe internet y allí la comunicación tiene sus matices y sus fallos, igual que en la vida real donde muchas veces decide la piel, que también se equivoca, por cierto.
En lo que no estoy de acuerdo es en tu desacuerdo con R. Kincaid: esa certeza existe y aunque haya más, siempre hay una por encima de las demás. Y quien conoce el diez, aunque tenga el nueve, siempre se acuerda de ese diez, aunque sólo sea por aquello de que "se ama más lo frustrado que lo que se realiza". Ah, que tú no hablabas de amor..., ¿acaso no eres amiga de tus amores? (juas)
Pero no quiero tener la razón, eh; además, algún día vendrá que volverá del revés mis palabras y entonces las defenderé como mi verdad, algún día cuando sea muuuuucho más vieja, e incluso sabia, tururú.

(esta primavera otoñal me está matando, nchts ;-)

v.v.

Anónimo dijo...

Para algunos de nosotros es más fácil escribir que decir. Siempre me ha costado menos decir algo con palabras escritas, tal vez, porque como tú decías, no tienes que enfrentarte a la mirada del otro. Y terminas exponiéndote ante aquel que recibe tus palabras mucho más cruda y veridicamente de lo que lo harías frente a frente. Comunicación, al fin y al cabo, a veces no importa el cómo o el por qué medio sino sólo que exista.

k dijo...

¿Y esas veces que te entiendes sin hablar? Esas sí que son flipantes...

V.V., va a ser que la del diez no la he tenido yo nunca... Y no, no soy amiga de mis amores, o no de todos, al menos; pero sí quiero a mis amigos :)

Buen resumen, Ladydark. Comunicación, eso es.

k dijo...

Y ¿por qué no se ve tu blog, v.v? ¿Está estropeado?

Anónimo dijo...

Me lo he cargado, ejem.

k dijo...

Veo que la primavera te está afectando, sí... en fin... fue bonito mientras duró (espero que tú pienses lo mismo, aunque supongo que, si lo pensaras, no te lo habrías cargado...)

eclipse de luna dijo...

Pues si,lo que tiene esto de internet es que proyectas la imagen que a ti te gustaria proyectar, al fin y al cabo, nadie te conoce....Aunque yo nunca me escudiria detras de una pantallita, me gusta saber con quien hablo.
Me gusta mirar a los ojos y ver lo que dicen.