Ya ves, amigo.
Las cosas no son casi nunca como parecen y nunca como esperamos.
Nos pasamos el tiempo temiendo, previendo, sospechando, planeando.
Y después, tan sencillo, la vida ocurre.
O no ocurre nada, lo que a veces es peor.
Porque es cierto: lo peor es no vivir.
El dolor es una parte. El propio, el ajeno.
Y perdemos tanta energía en desear lo que no podemos tener que olvidamos fijarnos en todo lo que nos gusta de entre lo que sí tenemos.
Qué idioteces.
Yo no sé a quién le dio por creer que esto de pensar era una buena idea.
Suena mientras escribo: Lonesome day blues, Bob Dylan.
22 noviembre 2006
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