22 noviembre 2006

Ya ves, amigo.

Las cosas no son casi nunca como parecen y nunca como esperamos.

Nos pasamos el tiempo temiendo, previendo, sospechando, planeando.

Y después, tan sencillo, la vida ocurre.

O no ocurre nada, lo que a veces es peor.

Porque es cierto: lo peor es no vivir.

El dolor es una parte. El propio, el ajeno.

Y perdemos tanta energía en desear lo que no podemos tener que olvidamos fijarnos en todo lo que nos gusta de entre lo que sí tenemos.

Qué idioteces.

Yo no sé a quién le dio por creer que esto de pensar era una buena idea.

Suena mientras escribo: Lonesome day blues, Bob Dylan.

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