23 febrero 2007

Chavales

Hay dos tipos de personas: las que viven en la superficie y las que viven por debajo.

El jueves pasado vimos en clase Taxi Driver. Hoy (después del puente de Carnaval) hemos hablado de ella. Se establece un debate sobre el tema de la soledad: la soledad entre la multitud, la buscada, la obligatoria.

La conversación se desarrolla sobre todo entre cuatro. Dos aficionados a la soledad contra dos que no la entienden (o no del mismo modo).

Los primeros son personas que saben que la soledad a veces cura y reconstituye. Uno de ellos es un líder del grupo: aglutina a su alrededor al grueso de la clase, se siente a gusto entre ellos y se sabe diferente al mismo tiempo; habla en un tono bajo de voz y no impone nunca su opinión. El otro solitario es del tipo antisocial: cree que la soledad es la panacea, huye de la gente, hace bandera de su diferencia, no logra hacerse entender nunca y es siempre la voz discordante. El primero lleva sus muros contra la gente por dentro; el segundo, por fuera, bien a la vista.

Los otros dos son seres sociables y parlanchines que están acostumbrados a coger el teléfono a la primera amenaza de aislamiento. Nunca se les ve solos, no soportan el silencio, les incomoda. No están habituados a la reflexión callada, probablemente tampoco a estar en una habitación a oscuras si no están durmiendo (o follando, supongo), necesitan explayarse, explicarse, rellenar con su voz los espacios sin palabras o sin ruidos.

Los dos gregarios comparten un mismo defecto: no saben escuchar. Sacan conclusiones precipitadas sobre lo que los otros quieren decir a partir de las primeras palabras que pronuncian e interrumpen el discurso que prevén o que imaginan con voces un poco más altas. Los dos solitarios no insisten en levantar la voz. Uno calla; si puede, habla cuando le dejan y si no, se guarda sus opiniones, supongo que sabiendo que no podrá llegar a expresarlas del todo en voz alta nunca. El rebelde intenta no callar hasta que se da cuenta de que el otro ya no le escucha; cuando, por fin le dejan hablar (o cuando el contrincante para a tomar aliento), concluye un poco amargamente "yo no estaba hablando de eso, pero da igual".

Es imposible que se entiendan del todo. Tienen conceptos diferentes de la vida, de la sociedad, de lo que significa o lo que vale estar solos. Unos lo entienden como una forma de relacionarse con ellos mismos; los otros, como un descanso que mejor sea corto.

No sé muy bien para qué puede servirme todo esto. En realidad no me dice nada de la gente que no supiera ya antes. Me dice, tal vez, que cualquiera puede entender a Travis Bickle. Sea uno como sea todos tenemos un núcleo que es parecido, que es lo que nos hace acercarnos, buscar lo que nos une y poder hablar sin darnos de hostias. Me dice también que las personas repetimos esquemas, que siempre hacemos cosas parecidas y sin embargo tenemos algo (lo que Kundera llamó la millonésima diferencia) que nos hace únicos, una forma especial de perder el pelo o de tartamudear, una naturaleza que se empeñó en no crecer demasiado por encima del metro sesenta, una risa estentórea o una extraña tendencia a hablar sin parar del padre.

Sólo somos personas enfrentadas a constantes obligaciones: la obligación de compartir nuestro espacio, la de tomar decisiones, la de pensar cuando no nos apetece, la de llevar la contraria, la de dudar...

Personas que intentamos encontrar nuestro lugar dentro de nuestros muros. Y también fuera de ellos.

9 comentarios:

Gata Vagabunda dijo...

Hermoso post...

He reconocido a la perfección en mi propio entorno a esos cuatro chicos que has descrito. Eran los de tu clase, pero están por ahí, en todas partes. Incluso (no lo negaré) me he reconocido parcialmente en uno de ellos.

"Lo que Kundera llamó la millonésima diferencia"...

Anónimo dijo...

Yo siempre he aborrecido la soledad hasta que dejé de aborrecerla. Esto que parece un sinsentido no lo es :-)

NoSurrender dijo...

La soledad, aparte de una amante inoportuna, como decía un tal Sabina, es una actitud. No creo que descubra nada nuevo a nadie.

Eso, que lo importante no es estar solo, sino sentirse solo.

Anónimo dijo...

Gata, gracias. Es cierto que es fácil reconocerse. De hecho, sería fácil confundirse si no fuese por esa "millonésima diferencia"...

Fanshawe, yo creía que la odiaba hasta que me di cuenta de que me conformaba. No digo que me conforme yo con la soledad, sino que la soledad me conforma. Que no es lo mismo. (Esto que parece un sinsentido no lo es :)

Ahí le has dao, Lagarto... y en general da lo mismo la gente que haya o deje de haber, dentro o fuera de los muros. No se trata de lo que es, sino de lo que tú sientes que es.

Narrador dijo...

Que buen post sobre Travis... sin hablar de Travis.
Mi postura favorita es estar acompañado de gente con la que me siento como cuando estoy solo...

Voy a seguir leyendo para atras... pero con la vista puesta hacia adelante.

k dijo...

Hablar de Travis es casi imposible para mí, narrador. Me alegra mucho verte aquí. Gracias por tu comentario en Blade Runner.

Anónimo dijo...

Me ha gustado muchisimo esa frase K, "encontrar nuestro lugar dentro de nuestros muros. Y también fuera de ellos". Además me gusta en ese orden, es decir, creo que es el correcto, primero mirar por dentro y encontrarte y luego salir afuera y re-encontrarte. Una anotación real como la vida misma,vamos, ¡que me ha gustado mucho!

silencio dijo...

Estoy de acuerdo contigo en lo que dices, pero es un poco maniqueo plantearlo así... hay muchas formas de soledad. Conozco soledades como las que describes, las conozco por mí y las conozco por los demás... pero también conozco soledades que no son ni lo uno ni lo otro.
[Sí hay una diferencia en algo que a mí me parece fundamental: el que se escucha y el que no... aunque igualmente existan millones de matices (Kundera, claro) entre una cosa y otra].

En todo caso, sentir la soledad.
Gracias por el post...

k dijo...

Gracias, Ladydark, me alegro de que te guste. No hay nada mejor que sentir que le llegas a alguien! Qué alegría :)

Islabel, las gracias te las doy yo a ti. Es cierto que hay muchos tipos de soledad. Tantos como personas, multiplicados por cada uno de los momentos en que se sienten solas. Es imposible hablar de todos ellos. Creo que lo que hice fue buscar las actitudes de los chicos que más familiares me resultaban... supongo que por lo mismo, son los más comunes, claro, y resulta un poco reduccionista, ¿no? Espero verte por aquí. Un saludo.