25 enero 2007

Banderas de nuestros padres

No había leído nada sobre la película de Eastwood antes de ir a verla. Ya pagué demasiado caro el precio de la expectativa con Million Dollar Baby. Del mismo modo, os sugiero que si todavía no la habéis visto y queréis verla, mejor no leáis esto.

Ahora que la he visto dudo: ¿escribo antes de leer o leo antes de escribir?

Decido no contaminarme. Me dejaré muchas cosas en el tintero, pero pienso que ya las habrán escrito otros. Por ejemplo, "el último clásico".

Pensé muchas cosas viendo esa película, me acordé de muchas referencias (mías). La primera y más importante, claro, Salvar al soldado Ryan. La segunda, Los desnudos y los muertos, de Norman Mailer. Los retratos de la guerra desde debajo de la lluvia de tierra. Los retratos de guerra con olor a sangre y a mierda. El dolor inútil de los hombres. Su sacrificio.

El desembarco de Clint Eastwood no tiene mucho que envidiarle al de Spielberg, aunque a mí me impresionó más el de Normandía. El talento, la maestría de Spielberg no tienen comparación posible (cuando se pone). Lo que no significa que no sea soberbio el desembarco de Iwo Jima, en un sentido diferente. Tienen muchos rasgos en común. La cámara a la altura de los hombres corriendo como un soldado más, la confusión, los trozos de cuerpos volando y cayendo encima de las personas.

Hay muchos momentos en que se eriza el vello de todo el cuerpo. Para mi gusto, bueno o malo, para mi dudoso sentido estético, son impresionantes las imágenes aéreas de la flota dirigiéndose a la isla.

También es sobrecogedor el primer baño de multitudes que se dan los tres soldados mandados de vuelta "a casa". La sensación que se te queda de "si no sabían qué pintaban en Iwo Jima, mucho menos saben lo que pintan ahí, en medio de la ovación".

La fotografía. Ese tono de blanco y negro un poco sepia, ese color desvaído, no es tan tremendista pero es muy eficaz. De hecho, más, cuanto que establece una distancia con lo que cuenta que, lejos de transmitir frialdad, impone respeto por lo que se está viendo, y una sensación de fidelidad, de realidad. No tiene la calidad casi táctil u olfativa que se percibe en la Normandía de Spielberg, aunque (para contradecirme y despistaros) cuando ves la arena ves cada grano de arena.

El montaje de tiempo alternado. A veces muy abruptos esos cambios de tiempo, sobre todo el primer salto adelante. Te sacan de un plumazo del fuego, justo cuando estás empezando a pensar que tal vez se está alargando demasiado, y te coloca en un lugar (mejor en un momento) en el que tardas un rato en ubicarte (tal vez un rato demasiado largo, o quizá es culpa mía, me meto en las batallas hasta saborear el humo).

Los impresionantes títulos de crédito finales, con esa sucesión de fotografías documentales, de algunas de las cuales se han extraído planos para la ficción. Y con la sorpresa última. Si váis a verla, esperad hasta el final.

La reflexión es obligada. De hecho, estás viendo la película y no puedes evitar pensar. Te deja tiempo para pensar. Te deja espacio para ver y para vivir lo que estás viendo.

Las metáforas: el hombre que se cae del barco, el sirope de fresa resbalando sobre el grupo como sangre espesa que les mancha. Menos mal que no vemos el tenedor.

La bandera como símbolo. Para los soldados, que recuperan fuerzas y fe sólo con verla ondear en lo alto de la montaña; para los políticos, que necesitan un estímulo que impulse al pueblo a colaborar económicamente con ellos; para el pueblo que espera, que no quiere la paz: quiere la victoria.

El sentimiento de culpabilidad por haber sobrevivido. Los que sobreviven siempre se preguntan por qué. Siempre piensan que otro lo merecía más, como si fuese una cuestión de mérito. La guerra es como todo: un juego en el que no sabes qué papel te va a tocar. El que te toca, lo juegas. Con todas las consecuencias.

La creación y el significado del concepto de héroe. La utilidad de tal concepto. No hay héroes. I'm no hero. Nadie lo es. Pero que existan es necesario, también como símbolo, como la bandera. La humanidad necesita los símbolos, se alimenta de ellos.

Los hombres que en una batalla se dedican a recoger y amontonar a los muertos y los heridos. Sólo a eso. Espeluzna.

La reflexión sobre el motivo último de luchar en una batalla, de correr y dejarse matar en la arena de una playa que huele a azufre, es decir, en el infierno: el individuo, el amigo, el compañero. No la patria ni la bandera, aunque también sean importantes.

Como preveía, me dejo mucho en el tintero. Me dejo toda la (gran) parte que no corresponde a la guerra, que es la reflexión sobre la propaganda, sobre la manipulación, sobre la importancia relativa de la verdad, sobre el respeto a nuestros mayores. Pero tengo que parar o esto se me eterniza. Tal vez mañana.

Sólo una última pregunta: existiendo la guerra, ¿de qué otra cosa se puede hablar?

10 comentarios:

Gata Vagabunda dijo...

Buenos días, K. Hace poquito también estuve contando en el blog qué me había parecido la peli de Eastwood, y otras personas han dejado algunos comentarios interesantes. Me he asustado un poquito al ver que nuestras sensaciones al respecto son casi clónicas (claro que yo me limito a ventilarlo en cuatro líneas mal escritas y lo tuyo es una reflexión en toda regla). Sólo diferimos en una cosa: a mí me gusto más "este" desembarco.

El pastel blanco y el sirope de fresa es una imagen tremendamente potente. Podríamos extenderla a otros hechos históricos que también han sido convertidos en algo banal, algo a lo que se le ha vaciado de contenido y que se ha quedado sólo en su reflejo. Por ejemplo, creo que con el rostro del Che sólo resta hacer bolsos "pop" (seguro que los hay)

Anónimo dijo...

Sí, tu post sobre la película fue uno de los que no quise leer antes de verla, aunque no me dio tiempo a leer los comentarios, hoy lo haré.

Yo creo que uno de los motivos por los que me impactó más la secuencia de Spielberg es que fue la primera. Otro, que es de Spielberg. No le busco más profundidad al asunto. Me gustan las dos.

Sobre la reflexión de la banalización de todo por parte de los políticos, los periodistas y nosotros mismos, estoy de acuerdo contigo.

Anónimo dijo...

Pues para qué mentir. Sinceramente no he visto la peli ésa. Es más, ni siquiera me sonaba el título "Banderas de nuestros padres"?????. (Qué incultura cinematográfica más grande!!!!!).

El título en sí, a primera oída me suena a entrevista en cualquiera de esos programitas de media tarde al progenitor del Banderas. Pero parace ser, por lo que he leído que se trata de una película bélica o algo por el estilo.

Ciertamente no son las bélicas, mis películas favoritas, ni las que más me atraigan, así que creo que no la veré, salvo cuando la echen por la tv y no haya nada mejor que ver, oir, ni leer. Así que ahí queda eso.

Ahora bien, dado que esto parece tratar sobre el cine, me permito la libertad de exponer esta "disparatada" idea que se me ha ocurrido en esta calurosa mañana del mes de Enero:

"Se abre el telón y se ve una panadería ardiendo y numerosos panes chamuscados caidos por la calle....

¿Cómo se llama la película?.....

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El "corrosco" en llamas.


Saludos desde el continente negro.
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NoSurrender dijo...

Señorita K, dígale al africano, por favor, que estas cosas no se hacen.... que no puede venir a presumir de sol en días como éstos a lospeninsulares. Que jode, vaya ;)

Tengo ganas de ver esa película. Siempre tengo ganas de ver a Eastwood, lo que pasa es que siempre se empeña en estrenar películas en momentos especialmente jodidos para mí. Voy a tener que hablar seriamente con él. Sí.

Anónimo dijo...

A mí me gusta más este desembarco que el de Spielberg. Lo veo más físico, más crudo, sin tantas alteraciones del punto de vista como sucedía en "Salvar al soldado Ryan", que también era una cosa muy seria, por supuesto. La iluminación sepia, brutalmente horizontal, que tanto contribuye a eliminar la individualidad de los soldados, nos transmite además la auténtica esencia de la guerra: ésta puede ser un espanto, un horror, pero tu batallón, tus compañeros, lo son todo. Por lo demás, suscribo letra por letra todo lo que has dicho, sobre todo en lo relativo al respeto a los mayores y la transmisión de la memoria, algo que ya se intuía en "Los puentes de Madison" y que ahora es mucho más explicito. Lo que allí se ceñía al ámbito privado, a lo familiar, aquí atañe a lo público, a la memoria de todo un país.

¿Peros? La voz en off, que estropea alguna escena, en particular cuando Ira Hayes va a visitar al padre de Harlan ("El tercer hombre", on my mind :)) y Paul Haggis, el guionista, un tipo que acepta demasiados encargos ("Million dollar baby", "Crash", "Misión imposible 3", "Casino Royale", ésta misma...) y tiene que recurrir a trucos fáciles para llevar la nave a buen puerto. Clint, amigo, que sé que me lees: cambia de guionista.

En fin, vaya rollo me he marcado.

Felson

desconvencida dijo...

Menos mal que te dejas mucho en el tintero... me ha parecido un análisis de la película bastante completo, coincide con mis impresiones sobre ella.. Estoy esperando impaciente "Cartas desde Iwo Jima", que se estrenará en breve...

Anónimo dijo...

Al africano le diré que me he partido de risa con el chiste. Eres la hostia, tío. Gracias por seguir ahí.

Y sí, es cierto que eso de "calurosa mañana" jode, jode.

Para los pobres mortales de provincias, lagarto, no hay buenos momentos ni malos. O la ves, o te la quito de cartel en dos semanas. Tú mismo. Una de las ventajas de la capi. De la v.o., ni hablamos.

Felson, entiendo tu postura sobre la secuencia del desembarco. A mí me gustó de la de Spielberg la fijación por seguir al capitán, que se convierte en motor y símbolo. Y más cosas, pero tendría que volver a verla para decirlas todas... Con respecto a lo que dices sobre el guión, suscribo. Plenamente, además. Y rollos de éstos, los que quieras. Gracias.

Desconvencida, también de acuerdo contigo. Me muero de ganas de ver Cartas desde Iwo Jima. Pronto :)

Anónimo dijo...

Qué ganas me han entrado de ver la película.
Eastwood es un clásico en vida. Para mí, uno de los más grandes. Sin duda.

Anónimo dijo...

Me ha gustado más la crítica y el comentario de la película de lo que seguramente me guste la propia película cuando la vea.

Leyéndote, me ha quedado la impresión de que se trata de una vuelta más de tuerca al concepto de que nada vale la pena. Y seguramente tenga razón el director, y seguramente tengamos nosotros también razón cuando salgamos del cine convencidos de ello.

Y yo, que me veo incapaz de participar en uno de esos fregados, me pregunto si esta clase de convencimientos no vendrán de la libertad regalada y los estómagos satisfechos.

Porque los héroes noe xiste, es cierto, y los que lo parecen son en realidad gente demasiado asustada para razonar con claridad. Pero sí existen los villanos, y sí existen los que preferirían convertirnos en siervos, más siervos, sin necesidad de preguntarnos.

Por eso me miro, mir a mi alrededor, y tengo que encogerme de hombros: porque sé que no llegamos hasta aquí a través de la paz. Nosotros no.

Anónimo dijo...

Tú y yo lo hemos hablado muchas veces, Yunque: a veces no son tanto las películas (o las canciones o los poemas) como lo que consiguen que sintamos o pensemos. Es posible que la película no te guste cuando la veas.

Quizás lo bueno de ésta es que no trata de convencer de nada. Yo no tuve la sensación en ningún momento de que hubiera buenos y malos. Sólo enseña cómo se desenvuelve la gente dentro de un sistema determinado.

Los que quedamos con el convencimiento de que no sirve para nada somos nosotros, porque en realidad ya lo pensábamos antes. Y creo que tu razonamiento es poderoso (como siempre) y que ese convencimiento viene de la ignorancia profunda de los motivos, del desconocimiento de la verdadera situación.

¿Qué habríamos hecho nosotros? ¿Qué haremos si llega el caso? Lo sabremos entonces y a lo mejor más de uno se sorprende.