18 enero 2007

Berlín

Hoy he visto dos películas ambientadas en Berlín. La primera, esta mañana, (al final fue mi película bélica porque no me apetecía ver Apocalypse now, demasiado larga, y no conseguí encontrar Senderos de gloria, aunque el amable dueño del videoclub de mi barrio me ha prometido que en diez días la tengo, perdonen la digresión), El Hundimiento, de Olivier Hirschbiegel. La segunda, Un, dos, tres, de Billy Wilder (y cada vez que veo alguna película suya recuerdo a Fernando Trueba diciendo "but I don't believe in god, I only believe in Billy Wilder", y además entiendo por qué lo dijo).

En fin. Sobre la primera tal vez hable más otro día que no esté inspirada (o que lo esté, no sé muy bien). Está bien haberla visto, merece la pena hacerlo, más por hacer los deberes de historia que por hacer los deberes de narrativa cinematográfica, no sé si me explico. ¿Por qué tuve la sensación de que no se iba a acabar nunca? Le doy un aprobado por la ambientación y por las buenas intenciones y también porque todos los pasos adelante merecen, como mínimo, esa nota.

La que me ha gustado es la segunda. No sé si sabéis de qué va. McNamara, el responsable de Coca-cola en la Berlín dividida de la guerra fría (interpretado por James Cagney) recibe un encargo de su jefe de Atlanta: cuidar a su hija, una niña bien, malcriada y tonta; ella consigue eludir su vigilancia y se escapa a Berlín Este, donde conoce a un comunista y se casa con él, quedándose después embarazada (ay, el código Hays). El enredo (y el suspense) se crean cuando los padres de la chica deciden ir a Berlín a buscarla; McNamara (con un ascenso en ciernes) emprende la difícil tarea de convertir al rudo comunista en un aristócrata refinado y ¡por supuesto! capitalista de los pies a la cabeza... en tres horas y sin su consentimiento.

Empecé a verla sin mucha confianza, me daba miedo el planteamiento ideológico que le presuponía, creía que iba a estar llena de chistes facilones y de ideas facilonas también. Y bueno, lo está, pero tiene mucho más. La verdad es que me he reído bastante, lo cual se agradece. El personaje de James Cagney (que, leo en Nadie es perfecto, la biografía de Billy Wilder escrita por Helmut Karasek, juró no volver a hacer otra película después de ésa), es delirante, estresante, gritón, pero divertidísimo. Todo lo organiza, todo lo mangonea, en realidad no organiza ni mangonea nada. Están las imágenes prósperas del Berlín Oeste y los edificios destruídos por los efectos de la guerra en el Berlín Este. Están los rusos intentando hacer negocio con la Cocacola y diciendo "hay algo que los capitalistas saben hacer bien: ¡fabricar mujeres!"

Y después en ese mismo libro he buscado un poco, y bueno, esto es lo que he encontrado:

Básicamente, uno de los atractivos y de los elementos más cómicos de la película son los viajes "este-oeste" a través de la Puerta de Brandenburgo. Durante el rodaje de la película se empezó a construir el muro que separaría durante décadas las dos partes de la ciudad y que fue el símbolo de la separación entre los dos mundos, el símbolo por excelencia de la guerra fría. Las escenas que se tenían que rodar en la Puerta de Brandenburgo tuvieron que realizarse finalmente en estudios, donde se construyó una réplica del monumento.

"La película no se recuperó de la construcción del muro. Durante el rodaje pasó de ser una farsa a ser una tragedia, o peor: tendría que haberlo sido. Porque de pronto, todo aquello que era divertido y exageradamente gracioso (una brillante sátira del conflicto Este - Oeste) producía el efecto de una cínica sonrisa. Cuando la película se estrenó en Berlín, en diciembre de 1961, el Berliner Zeitung escribió con amargura: Lo que a nosotros nos destroza el corazón, Billy Wilder lo encuentra gracioso.

En 1986, Uno, dos, tres experimentó en Alemania un brillante comeback: cuando en esa ocasión le pregunté a Wilder, que entonces tenía 80 años, los motivos de aquel fracaso de entonces, me explicó:

—Un hombre que corre por la calle, se cae y vuelve a levantarse es gracioso. Uno que se cae y no vuelve a levantarse deja de ser gracioso. Su caída se convierte en un caso trágico. La construcción del muro fue una de esas caídas trágicas. Nadie quería reírse de la comedia Este - Oeste que tenía lugar en Berlín, mientras había gente que, arriesgando su vida, se tiraba por las ventanas para saltar por encima del muro, intentaba nadar por las alcantarillas, recibía disparos, incluso moría de un disparo. Naturalmente, también se puede bromear con el horror. Pero yo no podía explicarles a los espectadores que había rodado Uno, dos, tres en circunstancias distintas a las que reinaban cuando la película se proyectó en los cines."

No ha pasado tanto tiempo y la película vuelve a ser lo que debió haber sido: una forma sana de mirar la desgracia y la estupidez de los hombres con otros ojos.

12 comentarios:

Gata Vagabunda dijo...

Reirse ayudado por Wilder es uno de los ejercicios más sanos que hay. "Un, dos, tres" es de esas películas que tienen valor doble: lo que cuenta es algo más que una comedia. Cuando el humor es inteligente siempre va más allá.

Respecto a "El hundimiento", lamento que no te convenciese mucho. No sé qué me parecerá cuando la vuelva a ver en pantalla pequeña (si es que tal cosa ocurre, ya que apenas la toco). Del cine guardo el recuerdo de una atmósfera opresiva, de un bunker que se me venía encima.

Otis B. Driftwood dijo...

No sólo es una de las mejores películas de Wilder, sino que es de las más corrosivas. Pero el momento fue el inadecuado, aunque claro... él qué sabía.

Te invito a una Kremlinkola :-)

Anónimo dijo...

La atmósfera de El Hundimiento es lo que la salva; eso y el Hitler de Bruno Ganz, humano y vesánico (toma palabro) a un tiempo. En general todas las interpretaciones son sensacionales. Para mi gusto falla el guión, con el personaje de la secretaria apareciendo y desapareciendo y con un final que se alarga hasta el infinito sin que el espectador sepa qué es exactamente lo que falta por pasar.

Otis, no quiero Kremlincola! Si no la quisieron ni en Albania, donde la usaban para bañar a los perros! Jaaaaaaaa!

Anónimo dijo...

A mí El Hundimiento me gustó mucho.
Los últimos coletazos del monstruo. El mal absoluto encarnado en personas que no se consideran malvadas. La claustrofóbica pestilencia del bunker. Y sobre todo, la constatación de que el racismo y el fanatismo conducen irremisiblemente a la perdición.

Es curioso, anoche vi la maravillosa "Ser o no Ser", de Lubisth, también con temática nazi aunque desde una perspectiva muy diferente. Irónica, inteligente, redonda,(con sus cargas de profundidad por supuesto, pero filtradas por el humor ácido y mordaz de Lubisth). Para revisarla si hace tiempo que no se ve.

desconvencida dijo...

K. estoy de acuerdo contigo, "El hundimiento" es una buena película histórica, pero no sé si la volvería a ver, en parte por la poca simpatía que tengo al personaje principal (qué bueno Bruno Ganz) y por la claustrofóbica puesta en escena...

No he visto "Uno,dos,tres", es de las pocas peliculas de Wilder que se me ha escapado, el otro día leí otra reseña en otro blog, ¿será una señal? jaja, a ver si la veo.

"Ser o no ser" es maravillosa, la vi este año en el festival de cine de San Sebastián en el ciclo de Lubitsch y la sala entera reía a mandíbula batiente, sesenta años después de su estreno.

NoSurrender dijo...

Me gustó el Hundimiento, me gustó el trabajo de realización -además del actor-, dónde quería poner la cámara (p.e. esa mano que se oculta a la espalda cuando el dictador pasa una puerta y que revela un parkinson en alguien tan seguro de sí mismo, esa manera de comer sopa que hace de la bestia un hombre... o del hombre una bestia)

Pero es que Wilder es Dios :) qué hombre más inteligente. Cuando le dieron el último pemio que recibió en vida, a la edad de noventa años, subió muy serio al escenario y esperó a que la audiencia parara de aplaudir. Entonces simplemente contó un chiste: “Doctor, vengo porque no puedo orinar.” “Bien, ¿y qué edad tiene usted?” “Noventa años, doctor.” “Entonces, ya ha orinado usted bastante.” Dio las gracias y bajó del escenario.


desconvencida, hazte un favor y ve esa genial película. Para mí la mejor del genial Wilder, junto con bandeja de plata.

Anónimo dijo...

Qué buen chiste, pobrecito mío. Otro que se tuvo que guardar sus cosas del sótano para siempre, carajo.

Estoy de acuerdo en las virtudes que le encontráis a El hundimiento. Sólo que también le veo otras cosas.

Y desconvencida, te digo lo mismo que el lagarto: intenta verla cuanto antes.

desconvencida dijo...

Está ya la primera de la lista :)

Anónimo dijo...

Ahora con poco tiempo, como siempre.

Tan sólo agradecerte que consideres “mi lugar” como un buen lugar para perderse.

Un saludo.

Anónimo dijo...

Bueno, gracias a ti por venir y saludar. En tu sitio soy una espectadora silenciosa. Nunca sé qué añadir :)

Un saludo, Enrique.

Anónimo dijo...

Mis aplausos, camarada.

pedazo de artículo estupendo.

besos

Yunque

Anónimo dijo...

Viniendo de donde viene, maestro, mejor me siento.

Gracias.